2 abr 2020

El ruido y la furia


Por Ángel E. Lejarriaga



William Faulkner (1897-1962) es un peso pesado de la literatura universal. Pertenece al exclusivo club de los galardonados con el Premio Nobel de Literatura, que recibió en 1949. Como veremos más adelante, su productividad literaria fue ingente: novelas, guiones de cine, relatos cortos, ensayos y una obra de teatro.

Nació en el seno de una familia sureña, en un pueblecito llamado New Albany en el estado de Mississippi. El grupo familiar estaba compuesto por padre, madre y cuatro hermanos, él era el primogénito. Cuando contaba un año, por temas de negocios del padre, se mudaron a Ripley, cerca de Oxford. En principio las perspectivas económicas del padre eran heredar el negocio familiar; pero no fue así, digamos que su propio padre no confiaba demasiado en sus habilidades como gestor lo que supuso que le dejara a un lado en cuanto se refiere a la herencia de sus negocios. El drástico cambio económico indujo a la familia a trasladarse a Oxford, Mississippi. Hubo bastantes discusiones al respecto entre los dos cónyuges. El padre pretendía montar un rancho en Texas, y la madre se negó en redondo. Con cinco años William vivía en Oxford, ciudad a la que estuvo vinculado prácticamente toda su vida.

William era un niño inquieto y creativo, aspectos que fueron detectados enseguida por su madre. Ella, su abuela materna y su niñera, Caroline, “influyeron de manera crucial en el desarrollo de la imaginación artística de Faulkner”. Hay que destacar que madre y abuela eran unas entusiastas de la literatura, la fotografía y la pintura. El padre tenía una perspectiva distinta de la existencia, le interesaba fundamentalmente la caza y la pesca, en sí, la vida al aire libre. Es obvio que la madre marcó la diferencia en la educación de William, antes de ir a la escuela ya sabía leer. Por otro lado, estaba la influencia muy relacionada con la tierra, con su tierra, que le proporcionó Caroline, ascendiente que quedó reflejado con notoriedad en sus novelas.

Su período escolar fue bueno desde el principio aunque no siempre tuvo el mismo interés por los estudios. Empezó bien y acabó mal. Con el paso de los años se volvió retraído y alejado de los intereses que generalmente ocupaban las mentes de los demás chicos de su edad. Durante esa etapa de formación disfrutó de manera especial con las historias de Mississippi, con la saga familiar, con el tema de la esclavitud, la Guerra Civil y demás elementos que formaban parte de la idiosincrasia de su tierra, el Sur.

A los diecisiete años conoció a alguien muy importante en su proyección como escritor, a Philip Stone, cuatro años mayor que él, y un apasionado de la literatura. Philip Stone pertenecía a una importante familia de Oxford. Este fue el gran descubridor del talento del joven William desde que leyó sus primeros poemas. Él fue quien le introdujo en lecturas seleccionadas como por ejemplo la obra de James Joyce, que influyó de un modo decisivo en su escritura posterior.

William intentó publicar lo que escribía, tanto en poesía como en narraciones cortas pero sin éxito. No se desalentó por ello, y siguió escribiendo sin descanso, inspirado en lo que tenía más cerca, su familia y el lugar en el que había echado raíces. Sus temas fundamentales ya estaban presentes en los primeros textos: Mississippi, el mundo de los blancos, el de los negros, el sur profundo en sí.

Intentó alistarse en el ejército norteamericano para combatir en la Primera Guerra Mundial pero no lo logró debido a su baja estatura. Llegó a decir que sí había formado parte del ejército pero ese detalle nunca se ha demostrado.

Con veintiún años, a causa de un error tipográfico William Falkner pasó a llamarse William Faulkner. Tuvo la oportunidad de corregir el desaguisado pero lo dejó estar.

En 1919 pasó por la Universidad de Oxford porque su padre trabajaba allí como gerente, pero no acabó el curso. Solía faltar con frecuencia y no mostró excesivo interés por las materias. No obstante, la experiencia le resultó positiva porque sus poemas se editaron en algunas publicaciones del campus. Eso al menos era algo, si lo comparamos con su errático funcionamiento académico. Antes de publicar su primera novela conoció al escritor Sherwood Anderson, que le influyó poderosamente y le presentó a su editor; este escritor norteamericano escribió fundamentalmente relato corto. Cuando Faulkner publica su primera novela en 1925, La paga de los soldados, vive en New Orleans. En 1927 es editada su segunda novela Mosquitos. Ese mismo año comienza a escribir Banderas en el polvo, aparecida en 1929 y publicada íntegramente en 1973 con el nombre original. El nombre de la misma fue en principio Sartoris. Es en esta obra donde Faulkner presenta por primera vez el ficticio condado de Wohkapatawpha, que aparecería con posterioridad en otros escritos. Banderas en el polvo le motivó mucho y puso grandes expectativas en ella; sin embargo, no se publicó en un primer momento, teniendo que esperar a 1929 para que viera la luz como Sartoris.

Entre la publicación de su segunda novela y la tercera comenzó a trabajar en El ruido y la furia. La inició con tres cuentos, pero fue consciente de que podía sacar mucho más de los elementos que tenían en común las narraciones.

El fracaso inicial de Banderas en el polvo hizo que Faulkner se desengañara del mundo editorial, lo que para él resultó liberador porque empezó a escribir con libertad absoluta, y a expresar lo que sentía cuando cogía la pluma y no podía comunicar porque necesariamente se veía obligado a imaginar lo que esperaba el editor de él. El ruido y la furia la concluyó en 1929.

Tras contraer matrimonio con una mujer con dos hijos, fue consciente de que necesitaba dinero para mantener al grupo familiar. Lo intentó compulsivamente con la escritura y publicó en 1930 Mientras agonizo. Además, se vio obligado a trabajar por la noche en la Universidad de Mississippi para tener más ingresos. Los problemas económicos seguían, no obstante, él intentó ampliar su campo de posibilidades y mandó muchos relatos a publicaciones de ámbito nacional, y lo cierto es que no le salió mal el intento, de hecho, con los ingresos que percibió se compró una casa en Oxford. En 1931 publicó Santuario; con esta obra consiguió más dinero pero no lo suficiente para vivir con una mínima holgura. Con cierta desesperación intentó vender los derechos de Luz de agosto en 1932 pero no encontró comprador.

Por fin ese mismo año la suerte llamó a su puerta, y la Metro Golden Mayer le ofreció un contrato de guionista, lo que significaba una fuente de ingresos segura. El hermano del director Howard Hawks, William Hawks, llegó a convertirse en su agente literario, lo que le facilitó bastante la existencia. Su trabajo como guionista duró cerca de veinte años.

Lo cierto es que a pesar de la magna obra que fue gestando con el paso de los años, sus novelas se vendieron poco salvo Santuario.

Su influencia en los escritores posteriores ha sido fundamental no solo en EEUU sino en el resto del mundo. Se le considera un innovador, incluyendo en sus obras técnicas como el monólogo interior, saltos en el tiempo, narradores múltiples o puntos de vista diferentes.

Su balance literario es impresionante: diecinueve novelas, siete colecciones de relatos, seis colecciones de poesía, un libro de ensayos y discursos, y una infinitud de guiones, entre los más famosos: Tener y no tener (1944), El hombre del sur (1945), El sueño eterno (1946) o Tierra de faraones (1955); además, escribió una obra de teatro: Réquiem por una mujer (1950).

Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1949, el Premio Pulitzer en 1955 y en 1963, y el National Book Award en 1951 y 1955.

El cine se ha hecho eco de la obra de Faulkner. Stephen Roberts, por ejemplo, adaptó Santuario en 1932 en una película que tituló “The Story of Temple Drake”. En 1961 Tony Richardson hizo otra versión. Hubo más adaptaciones, una en 1949 del director Clarence Brown, “Intruder in the dust”. En 1957 Douglas Sirk hizo otra adaptación de Pylon bajo el título “The Tarnished Angels”. Y Mark Rydell adaptó The Reivers en 1969.
 
Pero vayamos con la novela El ruido y la furia (The sound and the Fury) (1929). Como ya se ha dicho, fue la cuarta novela de Faulkner. En España se la tituló El sonido y la furia, pero en realidad se obviaba un verso de Shakespeare que aparece en Macbeth que escribe expresamente “ruido y furia”; estas palabras citadas aparecen en el acto 5, escena 5 de la obra teatral.
“Mañana, y mañana y mañana
Se desliza en este mezquino paso de día a día,
A la última sílaba del tiempo testimoniado:
Y todos nuestros ayeres han testimoniado a los tontos
El camino a la muerte polvorienta (el señor Compson) Muere, muere vela fugaz!
La vida no es más que una sombra andante (Quentin) jugador deficiente
Que apuntala (Jason) y realza (la señora Compson) su hora en el escenario
Y después ya no se escucha más. Es un cuento
Relatado por un idiota (Benjy), lleno de ruido y furia […].”
El soliloquio de Macbeth “describe la vida como un cuento contado por un idiota”. La primera parte de El ruido y la furia está contada por Benjy, un chico de treinta y tres años con una edad mental de tres.

La novela está poderosamente influida por James Joyce y su Ulises (1922). Nos cuenta la historia la desaparición de un “linaje” en el sur profundo norteamericano; son los últimos descendientes de ese linaje los que la transmiten.

Esta decadencia de la saga familiar de los Compson está contada por cuatro voces, tres son de la familia, tres hermanos: Benjy el primero, Quentin el segundo y Jason el tercero. Pero también está la voz de Dilsey, la criada de color que lleva toda la vida con la familia. Así, hay tres primeras partes, contadas por los tres hermanos, por el orden citado, y la cuarta en hablar es Dilsey. Hay un personaje muy importante en la novela que sin embargo no narra la historia, y es la hermana de los otros tres, Candance. Cada voz da una visión de los hechos de la familia, en ocasiones con puntos de vista bastante diferentes. Las voces describen escenarios pero no de una manera lineal. Todos inciden en el lento deslizarse hacia el desastre final de los Compson.

En esta obra Faulker crea Yoknapatawpha, un condado imaginario. Este lugar “representa el sur de los EEUU con sus familias importantes”. Gabriel García Márquez y Onetti también se inventaron espacios semejantes en los que situar sus narraciones: Macondo y Santa María, respectivamente.

Que nadie se crea que leer esta novela es algo fácil, su lectura ha sido considerada por variados lectores y lectoras como “un acto de valor”, que “te pone a prueba”, una “tarea ardua”. Si se ha hecho universalmente famosa, entre otras cosas, ha sido por la experimentación que lleva implícita. Faulkner intentó replicar el funcionamiento de la mente humana a la hora de representar la realidad, con lo de caótico que eso supone. Tengamos en cuenta que hay cuatro voces que hablan y una de ellas es la de una persona con un retraso funcional; esta técnica que él utiliza de manera magistral se la conoce como “libre fluir de la conciencia”. Mas este aspecto técnico, no fue solo el único que convirtió la obra en sobresaliente, sino la forma en que representa el tiempo: “el tiempo no es una constante u objetivamente una entidad […], los humanos pueden interactuar con él en una gran variedad de formas”. Tal es el caso de la primera voz, Benjy, “no tiene conciencia del tiempo y no puede distinguir entre pasado y presente”. Cada voz tiene una relación diferente con el tiempo. En el caso de Benjy está clara dicha relación; Quentin se encuentra atrapado en las “evocaciones del pasado”. Jason está más interesado en el presente y en el futuro “inmediato”, para él “el tiempo solo sirve para usarlo en su provecho personal y no puede ser desperdiciado”. La cuarta voz, la de Dilsey, considera que “su vida es sólo una partícula en el implacable transcurso del tiempo y de la historia”. Según el estudioso de Faulkner Rómulo Parra: “El ruido y la furia es una obra revolucionaria [...] por la forma de tratar el pasado, presente y futuro como uno solo, desprovisto de orden, y que se basa en la concepción de William Faulkner de que el tiempo es percibido por cada persona de una manera diferente, no necesariamente en forma cronológica”.

Naturalmente, en el epicentro de la narración, como en toda su obra, se encuentra el Sur norteamericano. Así, esta novela es una descripción de los cambios para mal que se producen en esa zona de los EEUU con la entrada de la modernidad.

Cuando comenzamos a leer la primera página, y las inmediatas que la suceden, lo primero que percibimos es “un espacio lleno de movimiento y de ruidos, de voces que van y vienen, de olores, de sonidos […]”. Cuando van apareciendo nuevas voces la historia se va aclarando, nos damos cuenta que estamos ante puntos de vista diferentes de un mismo escenario. Tenemos que avanzar bastante, si hemos decidido persistir en el empeño, para empezar a ver con cierta claridad. Faulkner expone una escena tras otra en medio de un caos que puede desalentar al lector. Es en la tercera parte de la novela cuando podemos empezar a relajarnos a través de Jason Compson. Esta novela, si se quiere conocer a fondo, hay que sumergirse en ella con prudencia y mucha paciencia. Luego que cada lector o lectora haga lo que pueda.







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