29 mar 2022

Como humo en el aire


Reflexiono sobre mi vida, la pasada y la presente, con una aparente frialdad, falsa, desde luego, pues los recuerdos me abaten. Contemplo el mundo desde la distancia que me produce mi escepticismo ante las posibles y positivas transformaciones sociales. Me pegunto cómo fui antes, cómo fue aquella lejana etapa de mi infancia, cómo era el mundo del trabajo, mi primer trabajo, mis relaciones con las personas que conocí. ¿Ha cambiado el mundo tanto como lo percibo, o en realidad no ha cambiado nada? Quizá, simplemente, la evolución de la sociedad no ha sido la deseada. ¿Cuáles eran mis sueños en aquellos tiempos?... No quería dormirme por las noches, recuerdo, porque tenía la sensación de que podía ocurrir algo trascendente, y si cerraba los ojos me lo perdería? Es más que probable que mis sueños fueran pequeños, los propios de un niño; luego, cuando la edad se fue sumando, generé nuevos horizontes, y las variables externas, ajenas a mi voluntad, se impusieron. El mundo del trabajo ha tenido a lo largo de mi existencia una gran relevancia. De niño pasé a ser adolescente, luego a trabajador, una singular categoría que me robaba casi cualquier posibilidad de autorrealización, convirtiéndome en un esclavo de la búsqueda de empleo, de los salarios nunca suficientes, del trato despótico de mis superiores, de la constante incertidumbre. ¿Qué vieron mis ojos entonces? ¿Qué han visto hasta hoy?: dolor, podredumbre, corrupción, mentiras omnipresentes para consolar nuestros corazones afligidos; guerras y más guerras, pérdida de derechos fundamentales, alienación, asunción de valores superficiales lejanos a aquella hermandad primigenia que iba a generar nuevas formas de regir la existencia. Lo que he vivido tiene una relación directa con lo que vivo, ambos tiempos se encuentran unidos por un hilo umbilical muy fino, mi vida, en gran parte, es esta narración, podría existir otra diferente, pero no la descubro.


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