19 jul 2022

A los sordos y a los ciegos

 

En esta húmeda noche que me aturde
las paredes vuelven a ser hojas de papel,
inmaculados pergaminos
en los que se airean voces lúcidas
que llaman a los oídos sordos
y a los ojos ciegos
y a las caras que se giran hacia otro lado
cuando la injusticia florece,
con las sonrisas satisfechas
de los corruptos de siempre,
de los amos conocidos
y las balas feroces.

Los muros han dejado de ser solo muros
para convertirse en auroras boreales,
ya la libertad no se ejerce a la luz del día,
los señores de la guerra
campan a sus anchas,
sin correa ni bozal,
mientras nuestras fuerzas flaquean
y el ánimo se estremece cobarde,
como ramas desnudas
empapadas de tedio,
mecidas por un viento impetuoso.

Hemos enterrado otras épocas de lucha,
de resistencia inquebrantable,
e ignorado demasiado tiempo
que el enemigo ha estado siempre ahí,
delante de nuestra impasibilidad,
presente como un mal augurio,
aguardando el momento apropiado
para utilizar nuestra apatía
como un arma arrojadiza
que nos lacera y mutila,
multiplicada por la soberbia del poderoso.

Nuestra debilidad es su fuerza;
por eso algunas personas,
convertidas en espectros,
volvemos a la protección de la noche,
a la oscuridad iluminada por nuestras ideas,
a los gestos silenciosos,
al disfraz patético,
vivimos tiempos de retroceso,
de derrota,
en los que de nuevo
la libertad sangra,
como antaño,
en los muros de nuestro país
y en los de nuestra memoria.

El círculo se cierra,
nuestra indiferencia nos traiciona
con avidez de huida;
pobres incautos,
no hay hacia dónde correr,
no existe más camino
que el de los puños apretados,
el de los principios transformadores
y la determinación indestructible
de las gentes que lo queremos todo,
si bien todo está por hacer.

Me aterra esta noche,
muchas espaldas están solas,
desprotegidas,
en tanto la brocha hace su trabajo,
con caligrafía de llamada,
y una bala puede llevar un nombre inscrito,
los verdugos,
envalentonados ante nuestra indefensión,
patrullan seguros de su fuerza.

A pesar de ello no voy a mirar atrás,
atravesaré este muro
y el siguiente,
y hermanaremos voluntades,
empujados por un viento cálido,
hasta que las palabras tenaces
se conviertan en poemas,
en canciones de utopía,
y acampemos en las calles,
pasando por encima de su violenta arrogancia,
a plena luz del día.

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