22 jul 2024

Sobre la escritura y otros menesteres

Por Ángel E. Lejarriaga




Escribir, ¡qué gran obsesión! Me he pasado gran parte de mi vida armado de papel y pluma, impulsado por la idea de describir mi percepción del mundo; gran misión la emprendida, desde luego. Escribir sobre los sucesos de la existencia no es algo novedoso. Se hace desde que nació o se inventó la expresión escrita. Lo hacemos muchas personas con diverso acierto, desamparadas ante la soledad de la conciencia, ante el peso de estar presentes en cada latido del tiempo.

Cambiando de tema, hoy he soñado con desaliento que había elecciones legislativas, de nuevo la población estaba invitada a votar, a ejercer nuestro papel teatral, lo que supone una confirmación del impenitente drama de la inacción, de la sumisión al orden establecido, que podríamos denominar resignación, o cesión ―no importa el nombre― de nuestra capacidad de transformación individual, a una “banda” de personajes oportunistas, aventureros y desaprensivos que sólo pretenden hacer carrera a costa del erario público. Eso quieren “vivir del cuento” que diría mi padre, de la palabrería fácil y las promesas vacías que nunca cumplen. Claro, ellos y ellas hacen “política real”, remarcan, y nosotras, pobres ignorantes, pedimos y pedimos, como si fuera tan fácil resolver los problemas que se nos plantean en el día a día. Aunque ya posea menos motivación para levantar la voz ante los leguleyos y oradores de turno, sigo diciendo ¡no! a sus mentiras.

Por suerte ha sido sólo un sueño, eso sí, desasosegante. No importa, sigo adelante. Menos mal que me quedan mis convicciones, algunas personas que estimo con nombres y apellidos, un buen racimo de libros y mucha música. ¡Viva el silencio de los corderos!

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