28 ago 2020

Gran Sol


Ignacio Aldecoa (1925-1969). Con esta novela publicada en 1958 el escritor vasco ganó el Premio de la Crítica. La que iba a ser una corta carrera literaria —cortada por un paro cardíaco a los cuarenta y cuatro años—, despegaba pronto con este premio, contaba entonces treinta y tres años. Hay que recordar que en 1954 ya había sido finalista del Premio Planeta con otra novela, El fulgor y la sangre.

Aldecoa tenía muchos proyectos literarios que nunca se llegaron a cumplir por las razones ya mencionadas. Quería escribir trilogías como Pío Baroja; Gran Sol fue la primera novela que se podría encuadrar dentro de la Épica de los oficios, y también la última.

Su amor por el mar le venía de niño. Contaba que de pequeño escuchaba con entusiasmo los relatos marineros de su tío, que era marino mercante. Esta iniciación se vio complementada con lecturas de escritores que reflejaron en algunas de sus obras su pasión por el mar, como Melville o Conrad. Para Aldecoa el mar era la mayor representación de la libertad.

Evidentemente, Gran Sol nace con esos referentes. Pero el autor llegó más lejos. Esta novela es, además, el fruto directo de una experiencia en la que participó como una especie de cámara indiscreta que lo recogía todo: gestos, lenguajes, emociones, recuerdos, fantasías, miedos… El texto surge de su viaje durante un mes en el pesquero vasco Alir. Treinta días de compartir navegación y trabajo, codo a codo con la tripulación. Las vidas de esos compañeros de travesía desencadenaron en él un amor muy especial hacia su forma de afrontar la incertidumbre, algo que nos cuesta bastante a los humanos. El viaje realizado fue por el denominado Mar del Gran Sol, situado entre los grados 48 y 56 de latitud norte, y 6 y 14 de latitud oeste.
“Dedico esta novela a los hombres que trabajan en la carrera de los bancos de pesca entre los grados 48 y 56 de latitud norte, 6 y 14 de longitud oeste, Mar del Gran Sol”.
En este conocido caladero del Atlántico Norte, situado al oeste de Irlanda, han faenado durante generaciones los pescaderos del Cantábrico, y es precisamente el escenario de la novela. El resultado es “áspero”, a veces inhumano porque lo que cuenta Aldecoa es difícil de digerir, tanto para los pescadores como para sus familias. Nos encontramos ante la presentación de un oficio “duro” y la mayoría de las veces mísero, que a lo sumo da para vivir, si la mar no te lleva.


La narración no disimula las emociones expresadas de los protagonistas, empezando por el capitán del barco, Orozco. Los marineros, vascos, cántabros y gallegos, maldicen su oficio, sueñan con ganar el dinero suficiente para poder dedicarse a otra cosa; no quieren volver a enfrentarse con la destemplada mar, dejando atrás a familias que nunca saben si volverán a verles. Pero ese sueño, que sueño es, no se realiza nunca y es necesario volver a faenar.
“La mar para los pobres. Gran Sol para los que no habían tenido suerte o se gastaban el dinero en las tabernas, o se lo jugaban, o tenían muchas bocas que alimentar.”
Naturalmente, entre tanto malestar épico, hay tiempo para todo, para reír, para llorar, para preocuparse, para renegar de las incomodidades que sufren en el barco, tanto si pescan como si no, siempre observando el cielo y los contratiempos que la meteorología puede presentarles sin que ellos tengan nada que decir. Ignacio Aldecoa llega más lejos y nos sitúa ante la terrible paradoja de elegir entre dos males: salir a la mar o el paro, es decir, quedarse en tierra sin trabajo.

La obra se inscribe dentro de las coordenadas que caracterizan a Aldecoa, realismo descarnado y compromiso con los desfavorecidos del mundo.
“En la bitácora habita el duende caprichoso de los rumbos que no se ajusta más que a la llamada de los polos. Danza, danza y danza más. Nada arriba, nada abajo. Salta como los delfines, vuela como los albatros; duerme con los ojos bien abiertos, vela con los ojos cerrados; se mece emperezado, corta paralelos, brinca meridianos. En el carrusel de la rosa de los vientos, de los rumbos, en la rosa náutica, en la aguja, habita el duende de la inquietud del Hombre.”


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