22 mar 2023

Levedad


LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER (1984)
Milan Kundera


Milan Kundera nació en Moravia en 1929, era hijo de padre musicólogo y madre pianista; con estos antecedentes familiares no sorprende en absoluto que estudiara musicología y composición musical. Pero ese no parecía ser su camino a pesar de su incipiente talento, tras concluir la enseñanza secundaria entró en la Universidad Carolina de Praga para estudiar Literatura. Mas ese no fue tampoco su horizonte académico, si bien a posteriori supuso su forma de estar y relacionarse con el mundo. Abandonó los estudios un año después y entró en la facultad de cine, currículo que llevó a buen fin en 1952. Dio clases de historia del cine en la Academia de música y Arte Dramático entre los años 1959 y 1969, más tarde lo haría en el Instituto de Estudios Cinematográficos de Praga.

Desde joven tuvo inquietudes políticas, y en un principio se afilió al Partido Comunista pero no se adaptó a la disciplina del mismo y fue expulsado en 1950, en compañía de un buen amigo, Jan Trefulka. Esta expulsión les dio mucho juego a ambos con posterioridad pues reflejaron la experiencia en dos obras literarias, Kundera en 1967 en su novela “La broma” y Trefulka en 1962 en “Les llovió la suerte”. En 1952 le volvieron a readmitir en el partido para volver a ser expulsado en 1970 por haber participado en la denominada “Primavera de Praga”; ésta se refiere históricamente a un proceso liberalizador cultural y político que se produjo en Checoslovaquia, impulsado por el primer secretario del Partico Comunista Alexander Dubcek. Se inició el 5 de enero de 1968 y concluyó el 21 de agosto del mismo año cuando las tropas del Pacto de Varsovia invadieron el país. En ese momento las obras de Kundera fueron prohibidas, y él se quedó sin trabajo. El catastrófico suceso cambió radicalmente su vida. Tuvo que realizar diversos trabajos para subsistir, entre ellos el de pianista de jazz. Finalmente, en el año 1975 abandonó el país y se instaló en Francia. Desde ese momento hasta su retiro ha dado clases de literatura, primero en la Universidad de Rennes y luego en la École des hautes Études de París.

Su obra ha recibido diversos premios como el Médicis a su novela “La vida está en otra parte” (1973). También ese año recibió el Premio Mondello por “La despedida”. En 1981 recibió en EEUU el Premio Comonwealth Award por el conjunto de su obra. Un año después, en 1982 se le concedió el Premio Europa de Literatura. En 1985 obtuvo el Premio Jerusalén. En 2020 se le otorgó el Premio Franz Kafka por toda su trayectoria literaria. Ese año se le restituyó su nacionalidad checa.

Es evidente que en un primer momento de su divulgación pública, las obras de Kundera fueron utilizadas por la propaganda pro occidental para atacar a la URSS y a sus países satélites; a pesar de este oportunismo que él no buscó, el autor se ha definido “como novelista, y no como escritor político y disidente”.

Al principio de comenzar a escribir sus textos se caracterizaban por un matiz humorístico dentro del absurdo en el que sitúa a sus personajes, en un marco casi kafkiano. Es obvio que en ellos criticaba la dictadura en la que vivía pero sin llegar a realizar un discurso moralizante. Digamos que describe lo que ve y experimenta en su día a día, y se ríe de ello, como si hiciera un chiste de las miserias que le rodean, como si esa realidad no fuera con él. Lo que más le interesa es lo que sucede dentro de los personajes, lo que hacen y lo que dicen, eso es lo que considera fundamental y en lo que se centra, obviando detalles sobre el mundo circundante o el propio aspecto físico. Le obsesiona lo que dicen y pueden decir, como si fueran entes vivos que él observara metódicamente con precisión de cirujano.

En sus temas existen claves de análisis que definen al autor, conceptos o puntos de vista que se incrustan en las tramas y las definen cardinalmente: la pérdida de identidad y la necesaria búsqueda de arraigo, el amor y la transgresión de sus reglas, la posibilidad de construir el presente sin la artificiosidad e impostura de los tiempos modernos.

Hay una sensación que subyace en su narrativa y que citan mucho los estudiosos de su obra: “El eterno retorno”. De algún modo éste va a ser siempre su decorado, luego llegan ellos, los entes que viven en su ficción, que asumen los roles asignados por el autor y se abren al lector con el lenguaje de las claves impuestas.

En sus novelas, la idea base de un personaje central se diluye en gran medida, cualquiera puede serlo en un momento u otro; los actores y actrices se desenvuelven en una especie de liderazgo compartido según el cual todos los participantes pueden tener el protagonismo absoluto en detrimento de otros personajes que en páginas anteriores fueron relevantes.

Antes de continuar con La insoportable levedad del ser, es interesante comentar la idea citada del “eterno retorno” tan presente en Kundera. Este concepto filosófico se refiere al “tiempo”, y más o menos dice que “el mundo vuelve a su origen”. En la filosofía oriental se concibe la existencia como un hecho cíclico, en el que cada conducta, cada acontecimiento se repite eternamente. ¿Cuál sería el objeto de esta repetición? La perfección del universo “pues en cada reinicio se pule cada fenómeno hasta que sea perfecto”. Friedrich Nietzsche retoma este concepto filosófico (“Gaya Ciencia”, 1882 y “Así habló Zaratustra”, 1885). Según Nietzsche “el eterno retorno” es “un método o principio para juzgar la propia vida”: “si tuviera que vivir esta vida una y otra vez, ¿cómo lo haría?” La respuesta se encuentra en la propia praxis del individuo, en una dinámica existencial orientativa que busca vivir de un modo “intenso”, rompiendo con las convenciones de la masa, de la sociedad contemporánea, construyendo una nueva escala de valores propia de “superhombres”. Así, “el eterno retorno” sería la forma de vida del superhombre, dispuesto a vivir y a morir en cada instante, en cada conducta, para volver a comenzar de nuevo, siempre construyendo una nueva moral contrapuesta a los valores vigentes; “el superhombre viviría su vida, una y otra vez, sin arrepentirse jamás de alguna de sus decisiones, ya que las mismas le llevaron a crear una nueva forma de anhelar la vida, la creación de nuevos principios y valores, en la cual él mismo, es su juez y su verdugo”. Cuando Nietzsche habla del superhombre se refiera a aquella persona “que se eleva por encima” de las normas y convenciones, de la moral impuesta, que es capaz de levantar de entre las cenizas del viejo mundo su propia moral; por tanto no tiene inconveniente en repetir una y otra vez su vida, sus hechos; este acto es positivo en sí mismo, reconfortante.


En “La insoportable levedad del ser” (1984) se encuentran todas las claves y conceptos expuestos en los párrafos anteriores. Está ambientada en 1968, en la ciudad de Praga. Nos presenta a un hombre, moderno, con una profesión muy considerada socialmente, médico, intelectual, con prestigio y un magnetismo especial para las mujeres. Tomas también es un individuo dominado por las dudas existenciales sobre muchos aspectos de la vida: el amor, el afecto, la reproducción, su propio trabajo, el compromiso socio político. Algo propio de una época en la que presumiblemente se presumía que entrábamos en una nueva era de progreso material y moral, que luego se quedó en nada.

La novela refleja ese eterno retorno de Nietzsche, cada instante se vive con intensidad, con placer y también con dolor; la rueda vital no puede detenerse, se reinicia una y otra vez; quizá para perfeccionarse o para maravillarse, como decía el filósofo, o simplemente para cumplir una eterna condena, como Sísifo. Los hechos se repiten pero ya nunca son iguales, ¿mejores, peores?

Con estas premisas de partida, nos sumergimos, además en la “Guerra Fría”. El mundo está dividido en dos bloques, en principio irreconciliables, con una amenaza de guerra nuclear perenne. Checoslovaquia forma parte del “Telón de acero” controlado por la URSS, en ese contexto nada halagüeño el gobierno del país intenta hacer reformas que no van a ser aceptadas por el “imperio”. Así, las tensiones sociales provocan primero el exilio, y luego un regreso digno y sacrificado que transformará la vida de Tomás hasta convertirle en un marginado del Régimen.

Hay más personajes, obviamente, aparte de Tomás, cada uno con una relevancia temporal que les convierte en importantes dentro del conjunto. Nadie sobra en el escenario. Por ejemplo, Sabina, comprometida en exclusividad consigo misma, que siente la levedad de las cosas, de lo que le rodea, que siempre se relaciona con hombres comprometidos para así obviar cualquier compromiso factible de producirse. Luego está Teresa, la esposa de Tomás, consciente de los continuos devaneos con otras mujeres de su marido, pero que se mantiene firme a su lado porque considera que él le ha proporcionado una razón para seguir viva. Además, está el perro Karenin que hace vivir al lector escenas verdaderamente emocionantes; Franz, amante de Sabina que busca y busca su lugar en el mundo, con desesperación, y cuando lo encuentra el destino le gasta una broma pesada, algo parecido a lo que le sucedió a Samuel Becket en París; es decir, se encuentra cara a cara con el “absurdo” y eso le cuesta caro. Y por último, el hijo de Tomas, Simón, al que no ha prestado atención en su vida, que se aproxima a él ante la sorpresa distante del padre.
“Los amores son como los imperios: cuando desaparece la idea sobre la cual han sido construidos, perecen ellos también.”
Esta novela se merece varias lecturas y continuos debates porque de continuo se descubren matices que en anteriores ocasiones habían pasado inadvertidos; y presenta interrogantes sobre el ir y venir de Tomás y sus acompañantes a lo largo de la historia. La primera pregunta que se me ocurre es, ¿por qué se casa Tomás con Teresa? ¿Qué pretende conseguir con ello? A él le gusta retornar al principio, al estímulo nuevo, a la relación excitante, intensa, sin ataduras. ¿Se llega a cuestionar esa levedad en la relaciones? En cualquier caso, no le sirve de mucho porque las mantiene en el tiempo, a sabiendas de que Teresa sufre. ¿Está enamorado de ella? Puede que sí pero ese enamoramiento supondría romper con la levedad, significaría arraigo, prescindir de otras experiencias, ganar peso.
“Sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso, vale.”
“El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer).”
Sabina actúa como Tomás y escapa de Frank porque en su lucha interior sabe que si se mantienen juntos eso significará una renuncia, o si se quiere, una aceptación de valores que rechaza.
“Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias y querer sólo su mera presencia.”
Tomas renuncia a su vida profesional porque cargar con ese peso significa compromiso con el régimen autoritario inspirado por Moscú. No le importa limpiar cristales y llevar una vida modesta, a su modo se regocija con sus encuentros sexuales nada furtivos, con su convivencia con Teresa, siempre al borde del abismo, y con su perro Karenin. Vidas livianas, leves, cargadas de tensiones que se reinician, o intentan reiniciarse, que no es lo mismo, para intentar resurgir renovados; una gran ficción pero agradable de imaginar aunque sea solo eso, ficción. ¿Y qué busca Simón, el hijo de Tomás? Tal vez la aprobación del padre, quizá convertirse en la idea que tiene de él.

Podemos seguir preguntándonos sobre cómo fueron sus vidas, ¿qué fue de ellos después de tantas vicisitudes y sufrimientos? Eso el lector tendrá que descubrirlo por sí mismo, pero desde una supuesta idea de un final idílico es posible que nos motive imaginar que tanto Tomás como Teresa encuentran la paz, que el peso de los años transcurridos ha logrado disminuir la levedad que los embrujaba hasta el punto de poder mirar al presente sin miedo.
"El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores.”
He aquí el drama, es posible que vivamos en el eterno retorno pero sin posibilidad de reparación, sin expiación, sin perfeccionamiento.
“La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será.”
Obras

Novelas

La broma (1967).
La vida está en otra parte (1972).
La despedida (1973).
El libro de la risa y el olvido (1979).
La insoportable levedad del ser (1984).
La inmortalidad (1988).
La lentitud (1995).
La identidad (1998).
La ignorancia (2000).
La fiesta de la insignificancia (2014).

Relatos

El libro de los amores ridículos (1968).

Poesía

El hombre es mi jardín (1953).
Monólogos (1957-1965).

Teatro

Jacques y su amo: Homenaje a Denis Diderot en tres actos (1981).

Ensayos

El arte de la novela (1986).
Los testamentos traicionados (1992).
El telón (2005).
Un encuentro (2009).

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