Isabel Allende
Por Ángel E. Lejarriaga
Isabel Allende (1942). Esta novela nos cuenta la vida de Zarité, también llamada Tété, nacida esclava en la isla de Santo domingo, de madre esclava africana que nunca llegó a conocer. Aunque intentemos imaginarnos la vida de los esclavos en esta isla no lo lograremos, lo que vivieron fue mucho peor. Dicen que la realidad siempre supera la ficción y es cierto. La existencia de Zarité es terrible, enmarcada por la brutalidad que la rodea, también con sus buenos momentos asociados a la música de percusión africana y al vudú, un gran apoyo cuando todo se daba por perdido.
Hablamos de esclavitud como si fuera un episodio del pasado, lo mismo que estamos banalizando el “Holocausto”, cuando no negándolo, o la represión de las dictaduras contemporáneas, entre ellas la del general Franco durante cuarenta años y decenas de miles de víctimas en su haber. Si bien cualquiera de estos últimos eventos históricos fueron una muestra de la brutalidad que es capaz de desarrollar el ser humano, nada es comparable con lo que han sufrido los esclavos en la historia de la humanidad. Entre los siglos XVIII y XIX 24 millones de personas fueron deportadas de África y vendidas en las colonias americanas. Hasta que se produjo la gran revuelta de Haití en 1791 no se inició la emancipación de los esclavos, que todavía tardará un siglo en alcanzar su techo. Utilizo este último término “techo” porque realmente la esclavitud nunca desapareció del todo en el mundo. En la actualidad según datos de la ONU existen 50 millones de esclavos.
«La música es un viento que se lleva los años, los recuerdos y el temor, ese animal agazapado que tengo dentro».
Pero continuemos con la historia, en 1770 Toulouse Valmorain tiene veinte años de edad, y llega a la isla de Santo Domingo con la idea de enriquecerse, como la mayor parte de los europeos que arribaban en las costas americanas. De su padre había heredado una plantación en Saint-Lazare, cuya gestión era una actividad compleja sobre todo si se desconocía el medio. En ese contexto compró a Tété. Su papel no va a ser sólo el de bestia dedicada al trabajo, sino que también, por su condición de mujer, va a servir de desahogo gratis a su amo. Ni siquiera será dueña de los hijos que nacen de las continuas violaciones que sufre.
Desde el instante de la compra sus vidas van a estar entrelazadas, con diversos recorridos. Los años pasan y con ellos y en ellos muchas son las vivencias, agradables y desagradables que circundan a los personajes, pero será la revolución sangrienta de Toussaint Loverture la que sitúe al límite sus vidas; medio millón de esclavos se levantan contra una ínfima minoría de blancos crueles. Haití se convierte en un caos en el que el colonialismo francés queda desterrado y es sustituido por los nuevos líderes negros que pronto se convierten en títeres de otros colonialistas. Tété a pesar de los pesares siempre tiene una idea fija, conseguir su libertad y la de su hija.
“La libertad será siempre más grande que el destino, porque el destino es ciego mientras que la libertad puede ver.”
De Haití viajará a Nueva Orleans, caracterizado por un esclavismo más moderado, pero esclavismo al fin y al cabo, con un incipiente movimiento abolicionista situando básicamente en el norte del país, EEUU. La solidaridad y el apoyo mutuo entre negros y algunos blancos van a facilitar su supervivencia.
“El poder de la solidaridad es más grande que el poder de la opresión.”
Isabel Allende nos da una lección de historia de una época, contemporánea con la Revolución francesa, que parce tenemos olvidada. El nazismo no inventó nada, tal vez los humanos llevamos en el ADN algo maligno a revisar. Los colonialistas de entonces consideraban a los negros como una raza inferior, algo parecido a los humanos pero no totalmente humanos. Estaban considerados a la altura de una vaca o un caballo, y en ocasiones incluso valían menos y eran más fácilmente desechables. Esta lección del pasado nos viene bien sobre todo hoy cuando, por ejemplo, el comercio de esclavos se está produciendo en un país cercano a nuestras costas, Libia, donde las empresas occidentales explotan sus recursos petrolíferos con mano de hierro. Hay que decir que hoy la esclavitud toma diversas formas, la que vivimos en occidente es más sutil, nos encadenan al precio de la vivienda, los salarios bajos, la carestía de los productos de primera necesidad, la subida de precios de la energía; estamos cargados de cadenas que no se ven pero se sienten.
“Baila, baila, Zarité, porque esclavo que baila es libre... mientras baila.”
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