26 may 2011

La República de Sol. El km 0 de la Revolución



Por Ángel E. Lejarriaga


Algún día, en un tiempo próximo o lejano, cuando la memoria sea flaca y la necesidad de esperanza sea urgente, tal vez una persona me pregunte por lo que sucedió en la República de Sol, el kilómetro 0 de la revolución. Entonces yo le responderé del mismo modo que le respondería ahora, que la República de Sol está viva y seguirá viva mientras la alegría que insufla en nuestras venas, acelere nuestros corazones hambrientos de utopía.
Hoy la República de Sol es la representación material de ese mundo nuevo que muchas generaciones de luchadores han llevado y llevan en su interior como un precioso elixir.
Su existencia comenzó con una explosión de rabia acumulada ante la permanente injusticia y prepotencia de los poderosos; y se canalizó en un acto creativo sin precedentes, como no se había conocido en España desde 1936. El grupo inicial, atrevido e inexperto, se dispuso a resistir desde un cuestionamiento valiente y reivindicativo de su propia dignidad. Su impulso e ilusión hermanó mentes y las mentes unieron brazos y sobre la experiencia, compuesta de éxitos y fracasos, comenzó a levantarse la primera y auténtica República libre de este país y del mundo entero.
Desde entonces, un 17 de mayo que ha transformado nuestras vidas, las plazas se han llenado de alegría a pesar de los rostros amenazadores de los perros de presa del Estado, siempre dispuestos a cumplir su papel mercenario. Ellos nos dejan en paz porque cumplen órdenes de aquellos que temen el movimiento, para nosotros son invisibles, su inutilidad les hace desaparecer.
A la República de Sol acuden gentes de todos los barrios y pueblos de Madrid pero también de los cuatro puntos cardinales de la Península Ibérica. En el Km. 0 de nuestra España asilvestrada y revolucionaria, se habla alemán, inglés, ruso, islandés, rumano, polaco, catalán, gallego, gaélico, euskera, francés, castellano, árabe, chino y japonés. La Torre de Babel de la libertad se levanta en orden con un lenguaje común hecho de gestos solidarios y apretones de manos, de apoyo mutuo e ilusión.
La República de Sol no tiene gobierno ni presidente pero sí gestores que no cobran un sueldo, voluntarios rotativos que crean comisiones según las necesidades del momento para resolver problemas. Tres asambleas generales diarias determinan la acción a seguir.
Las personas que componen esta República permanecen en pie constantemente, armados con el fusil de la palabra y una mueca feliz en el rostro. Los más jóvenes se multiplican para satisfacer las necesidades del inmenso colectivo humano, tocan tambores de guerra a la mediocridad y a la sumisión, hacen pancartas con consignas y reflexiones irreverentes y transgresoras, pegan carteles en el último hueco de las paredes, se desgañitan con voces fuertes y sobre todo se ríen. Nada tan hermoso y gratificante como la risa serena de los individuos libres.
Los ancianos traen agua, compran con su pobre paga todas las barras de pan que pueden cargar, churros y leche, y también nos aconsejan que tengamos cuidado con los servidores del orden público, siempre presentes como sombras siniestras; nos ruegan que no les despertemos porque «un guardia siempre es un guardia». Un compañero abraza y besa a la anciana que ha dicho estas palabras y le responde: «No se preocupe abuela, no les tenemos miedo. Pueden matarnos pero nunca nos arrebatarán nuestros deseos de libertad.»
Los curiosos se acercan a la pequeña República como aves asustadas, se detienen temerosos, titubean y de pronto también sonríen. Se han contagiado del virus que flota en el aire. En esa plaza legitimada por la fuerza de la resistencia se sienten liberados de la presión de la hipoteca, de la explotación del trabajo, de la angustia del paro; por unos instantes son parte de una gran familia universal, la de los sin patria y sin amos; saben que mientras la República exista nunca estarán solos.
También se presentan de incógnito los viejos militantes, serios, taciturnos, críticos; no dicen nada pero observan con mirada escrutadora, sorprendidos de no ser ellos los que estén dirigiendo el movimiento. Cuando el calor de los gritos enciende sus pechos heridos por el hastío, se cobijan debajo de las lonas y lloran sin lágrimas porque tienen delante el sueño que siempre han acariciado.
Por supuesto hay otras visitas que nos dejan fríos: políticos camuflados de progres, aspirantes a políticos, policías que actúan como si no lo fueran, periodistas, actores y escritores buscando un buen artículo.
En todos los casos los ojos del visitante se abren atónitos ante un espectáculo que está haciendo historia; y se cierran con miedo, como si apartar la mirada un instante supusiera la hipotética desaparición del irrepetible escenario.
Una joven descalza vacía un contenedor lleno de basura. Otro joven barre el suelo. Un hombre de sesenta años con la cabeza protegida con una vieja gorra y con el rostro cansado da vasos de agua al que se los pide. En la República de Sol ese líquido es mucho más que agua porque al beberla te llena con una emoción viva que hace que las lágrimas luchen por derramarse en los rostros más curtidos.
Somos comuneros, somos hermanos en una gran familia, somos compañeros que bajo un sol ardiente, protegidos por unas humildes lonas, desgarramos con las uñas el asfalto y sembramos en la tierra que surge debajo semillas de dignidad y rebelión. Esta semana ha nacido la República de Sol, kilómetro 0 de la revolución, y para mí, pase lo que pase, nunca morirá.


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2 comentarios:

  1. Un texto estupendo. Lo copio, haré una reseña en mi blog y lo enlazaré aquí.
    Gracias. PAQUITA

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  2. PUBLICADO...

    *junio 06, 2011. La República de Sol. El km 0 de la Revolución: + Ángel.

    Publicado por ANGEL E. LEJARRIAGA en 26/05/2011 www.elviajerodeorion.blogspot.com/
    (...)

    Gracias. PAQUITA

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