20 may 2011

Nuestra primavera

Por Ángel E. Lejarriaga



La Puerta del Sol está llena de color, de alegría, de vida. Ha dejado de ser ese espacio muerto, ese no-lugar pensado para las mercancías, los coches, las lonas publicitarias y el consumo. De la noche a la mañana ha dejado de ser un erial de cemento y se ha convertido en un oasis repleto de improvisadas jaimas, de esas gentes nómadas que sedentariamente anuncian que esta primavera será, para siempre, la que frenó el avance del desierto.
En el centro del Estado centralista, en el centro del templo del consumo, en el centro de un poder, agazapado, han aparecido multitudes, miles de brotes, periferias que llevaban años mascullando desasosiego, frustración, miedo, desesperanza, resignación. Ante la violencia de la policía se ha puesto el propio cuerpo y se han levantado las manos: ¡estas son nuestras armas! Ante el primer desalojo, alevoso y premeditado, ante la intimidación y la amenaza han surgido voluntades valientes, desafiantes, insumisas: ¡un desalojo, otra ocupación! Ante la amenaza constante de las leyes, los tribunales y los medios masivos de desinformación, la inteligencia colectiva, la voluntad popular y la apuesta inquebrantable por un futuro digno de ser vivido lo ha tenido muy claro: ¡no nos moverán!
No busquéis líderes, no pretendáis rentabilizarnos, no os devanéis los sesos intentando comprender qué pasa aquí: simple y llanamente, estamos en marcha.
A vosotros: especialmente a los partidos políticos corruptos y a los sindicatos sumisos: nos hemos cansado de las promesas y de las mentiras. Nos hemos cansado de estar en silencio, aborregados, indefensas. Nos hemos hartado de vuestra violencia: la del mercado, la del trabajo precario, la de los malos tratos. Nos habéis engañado, nos habéis robado, os habéis entregado a los especuladores y a los mercaderes, y habéis dejado al pueblo exangüe, asaeteado a impuestos, atemorizado por los bancos, desahuciado. Habéis pretendido despojarnos de nuestra dignidad, de nuestra autonomía. Vosotros, que habéis renunciado a un proyecto social libertario, nos queréis convertir en el combustible que mantenga esta abominable máquina de administrar violencia, dolor y sufrimiento. Nos habéis convertido en súbditos de un rey que calla, del canalla heredero del franquismo, del sátrapa que lleva treinta años llenando su saca: ¿qué hacemos con nuestro Ben-Alí, con nuestro Mubarak? Nos habéis dejado en manos de los militares, que están arruinándonos con un gasto militar injustificable y a todas luces innecesario. Nos habéis crujido con infinitas reformas laborales, con códigos penales cada vez más punitivos, con leyes de extranjería que tratan a las personas peor que a los animales. Entendéis las relaciones internacionales en clave de guerra: colonialismo, masacres, destrucción, aniquilamiento, de formas de vida y de la naturaleza. Habéis envenenado el aire, el agua, la tierra, con la avaricia de los empresarios, con vuestra voracidad, con vuestras prebendas. Habéis creado un sistema perfecto para satisfacer vuestros más bajos instintos.
Queremos una nueva constitución, pero que no sea una mera declaración de intenciones. La libertad, la justicia y la igualdad es lo que propugnamos. Nos sentimos libres: se acabó la servidumbre voluntaria. Queremos que se haga justicia, sí, con vuestros atropellos, con vuestras tropelías, y al contrario que vosotros, aboliremos la pena de muerte, esa que en tiempos de guerra aún permanece vigente en la Constitución española, lo que posibilita su restablecimiento legal, aunque sea en condiciones excepcionales. Nos sentimos iguales, en las diferencias: iguales para crear juntas un mundo diferente. No nos conformamos con invertir el orden. No se trata de poner encima a quienes están abajo, sino de darle la vuelta a este mundo como a un calcetín. Es ahí donde nos reconocemos con nuestros iguales: en la ilusión de un mundo mejor, un mundo que da de sí lo suficiente para tener una vida agradable y feliz para todos los habitantes del planeta, un mundo que abomina del dinero, de la acumulación, la avaricia, la zafiedad, la estulticia. Un mundo que debe colocar los intereses reales por encima de intereses espurios, lo que en todo caso deberemos debatir todas y cada una de nosotras, tanto tiempo como sea necesario. Vuestra crematística se convertirá en una economía de lo imprescindible, y para conseguirlo se buscará la implicación de todos y todas, sin delegar en expertos, salvo lo imprescindible: ¡viva el apoyo mutuo!
Nos acordamos de todas aquellas personas que sufrieron, de esos magníficos padres, madres, abuelas y abuelos que lucharon por dejarnos un mundo mejor. A todas ellas, a todos ellos, a quienes viven y a quienes murieron, a quienes se exiliaron, a quienes fueron injustamente encarcelados y a quienes fueron asesinados impunemente: vaya por delante nuestro agradecimiento y nuestro orgullo de ser ese porvenir que soñasteis.
Nos habéis atiborrado de mercancías, de antidepresivos y de ilusiones imposibles de ser cumplidas. Nos habéis hecho creer en el éxito y todo lo que estabais dispuestos a concedernos era un rotundo fracaso. No, no ha fracasado el gobierno: habéis fracasado vosotros, que habéis renunciado a la felicidad, a la amistad, a la vida tranquila, al amor, al disfrute de la naturaleza. Os maldecimos, sí, porque vuestros cantos de sirena nos han mantenido absortas, tanto que si nos descuidamos nos arrebatéis lo que con tanto sacrificio y tantas muertes costó conseguir: los derechos no se mendigan, se conquistan. Ahora no os pedimos las migajas, lo queremos todo.
¿Pluralismo político? No nos hagáis reír. La pluralidad de vuestra mismidad es lo que ha colmado nuestro vaso: se acabaron los sueldos de miles de euros mientras al resto nos cuesta llegar a fin de mes; se acabaron las pensiones vitalicias, mientras para el resto tan solo está la promesa –imposible de cumplir, una vez más, si ni siquiera hay donde vender el pellejo– de tener que estar cotizando toda una vida para tener una pensión ridícula; se acabó dejar a las mujeres, a nuestras abuelas, madres y compañeras, que con tanto cariño se dedicaron a nuestros cuidados, pero que no cotizaron, con unas miserables pensiones de viudedad; se acabó aquello de que tengan que pagar impuestos quienes menos tienen y que estos sirvan para sufragar las guerras, para rescatar a los bancos, para tanto dispendio socialmente inútil; se acabaron vuestros gastos de representación, vuestras dietas, vuestras vacaciones de lujo, vuestros escoltas, vuestros coches blindados, viajar en taxi a nuestra costa, vuestras tarjetas de crédito, vuestros regalos navideños, vuestros gastos en prostitutas; se acabaron vuestros salarios desorbitados, que accedáis a la política con el único requisito de no tener escrúpulos; se acabó vuestro absentismo; se acabó la carta en blanco que se os ha otorgado cada cuatro años; se acabaron los oscuros negocios que tenéis a la vez que ostentáis un cargo público.
¿Estáis pensando declarar los estados de alarma, excepción o sitio? Sí: se dan circunstancias extraordinarias que hacen imposible el mantenimiento de la normalidad y que alteran el orden público: ya no os obedecemos; ya no os tenemos miedo; ya no nos creemos vuestros metarrelatos.
La Historia no ha terminado: bebe de un pasado glorioso de lucha, de alegría, de imaginación. La Historia está pasando: en cada plaza, en cada corazón, en cada cuerpo que siente que ha llegado el momento de intentarlo, porque la vida puede ser maravillosa.

El dios del trueno


Artículos relacionados:

7 comentarios:

  1. Enhorabuena. De lo mejor que he leído estos días. Claridad y emoción

    ResponderEliminar
  2. Es muy hermoso y reconfortante sentir toda esta efervescencia revolucionaria. Ilusiona pensar que todavía hay esperanza.

    ResponderEliminar
  3. Tanto el artículo de Ángel como el de El dios del trueno me han gustado mucho. Ahora bien, me dan miedo vuestros planteamientos, aunque lógicos. Pensar sin la sombra del poder me atemoriza.

    ResponderEliminar
  4. Es cierto, Patricia. Todos tenemos que elegir entre dos miedos: el miedo a vivir bajo la arbitrariedad de los poderosos y el miedo a ser protagonistas de nuestro propio destino.

    ResponderEliminar
  5. Siempre vivimos con miedo...

    ResponderEliminar
  6. También podríamos vivir con alegría... Solo depende de nosotros.

    ResponderEliminar
  7. Felicidades por el artículo, se contagia tanta emoción puesta y a la vez realidad. Ahora más que nunca tenemos que defender por nuestros derechos y no dejarnos quitar lo que tanto les costó conseguir a nuestros antecesores. Democracia Real Ya.

    ResponderEliminar