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10 oct 2012

Francesc Sabaté «El Quico»

Por Ángel E. Lejarriaga



Generalmente los mamíferos al nacer, durante su período de lactancia, maman leche materna; otros, en realidad muy pocos, se dice que maman nitroglicerina. Tal pudo ser el caso de «El Quico», nacido un 30 de marzo de 1915 en Hospitalet de Llobregat (Barcelona), militante anarquista y guerrillero urbano.
Francesc Sabaté Llopart, conocido popularmente como «El Quico», fue el segundo hijo de una familia numerosa compuesta por tres chicos, una chica, el padre, Manuel Sabaté Escoda, y la madre, Madrona Llopart Batlle.
Francesc Sabaté empezó a trabajar como aprendiz en un taller de fontanería a los 16 años y, antes de proclamarse la II República española, se afilió al Sindicato de Oficios Varios de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), organización a la que perteneció hasta el fin de sus días, si bien discrepó de muchas de las directrices marcadas por la dirección de la misma. Por esas fechas, él, su hermano mayor, Josep, y algunos compañeros de militancia anarquista formaron un «grupo de afinidad» al que denominaron «Los Novatos» y que se integró en la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Desde el principio de su fundación comenzaron a entrenarse en el manejo de armas y de explosivos con el fin de llevar a cabo acciones armadas.
Entre el 8 y el 12 de diciembre de 1933, «El Quico» y sus compañeros proclamaron el comunismo libertario en Hospitalet; llegaron a quemar los archivos municipales.
Durante las insurrecciones obreras de 1934, el grupo «Los Novatos» se dedicó a recuperar y ocultar armas que más tarde serían utilizadas para parar el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 en Cataluña.
El 1935 Fracesc Sabaté fue llamado por las autoridades para cumplir el servicio militar; antimilitarista convencido, no se presentó y fue declarado prófugo. En ese año realizó su primer atraco a un banco en Gavà. El dinero obtenido de la operación fue entregado al comité obrero que se dedicaba a ayudar a los presos libertarios y a sus familias. También conoció ese año a Leonor Castells Martí, la que sería su compañera inseparable, que le siguió allí donde le llevaron sus andanzas y desventuras.
Si bien «El Quico» tenía muy clara, a pesar de su juventud, la senda a seguir, el golpe de Estado de 1936 le hizo asumir responsabilidades aún mayores. Él y su hermano Josep formaron parte del Comité Revolucionario de Hospitalet y participaron activamente en el levantamiento popular dirigido a abortar el triunfo de los militares en Barcelona. Un mes después ambos hermanos se incorporaron al frente de Aragón con la columna «Los Aguiluchos» de la FAI. Su estancia en el frente fue como la de todos los milicianos que participaron en la defensa de Aragón, dura y cargada de logros revolucionarios que se frustraron por la derrota militar y, además, por el acoso y abandono de aquellos que se decían camaradas pero llevaban otra «política» en la retaguardia. En medio de esas tensiones, de sobra conocidas, entre comunistas y anarquistas, se vio envuelto «El Quico», lo que provocó acontecimientos que comenzaron a pefilar su leyenda. En 1938, a punto de caer Teruel, Sabaté tuvo un enfrentamiento con un comisario político comunista, al que mató de un disparo. Dado el contexto en el que se encontraba, su fusilamiento era un hecho seguro; en consecuencia, abandonó el frente y volvió a Barcelona, donde pasó a la clandestinidad.
En ese período, «El Quico» participó en diversas peripecias que le complicaron más si cabe su seguridad. Ejecutó a Justo Oliveras, un especulador de Hospitalet que acaparaba alimentos de primera necesidad y los vendía en el mercado negro a precios elevados. También fue acusado de espiar a favor de los golpistas por el Servicio de Información Militar (SIM), controlado por el PSUC. Como consecuencia de ello fue detenido y encerrado en la cárcel Modelo de Barcelona. Tras varios intentos de fuga, fue trasladado a la prisión de Vic, de donde escapó a punta de pistola. La dirección de la CNT le sugirió que desapareciera durante unos meses, ofreciéndole refugio en una colonia de niños que la organización tenía en las proximidades de Igualada. Pero la suerte jugaba con él. Camino de su refugio temporal, tuvo un encuentro desgraciado con una patrulla de carabineros que pretendieron detenerle y con los que acabó a tiros.
Poco tiempo después de ese episodio se incorporó a la 26ª División del Ejército Popular de la República —antigua columna Durruti—, en la que combatió hasta la finalización de la guerra. El 10 de febrero de 1939 esta fuerza militar cruzó la frontera por Puigcerdá. Fueron las últimas tropas que abandonaron Cataluña armadas y en perfecto orden.
En Francia, Sabaté y el resto de sus compañeros fueron detenidos e internados en el campo de concentración de Vernet d’Ariège. Unos meses después Sabaté logró salir del campo al ser destinado a trabajar en una fábrica de explosivos en Angulema. Una vez libre, se reunió con su familia, que le había seguido al país vecino. En este caso el azar le fue favorable y el alcalde de Prades, simpatizante anarquista, le proporcionó documentación y un crédito con el que pudo instalarse en la localidad francesa de Coustouges, cerca de la frontera española.
Durante la ocupación alemana no tuvo una participación activa en la resistencia francesa.
En 1944 formó un grupo de acción cuyo objetivo era la lucha guerrillera en el interior de España. Entre esta fecha y 1948 desarrolló una actividad rabiosa de atracos —tanto en España como en Francia— de suministro de armas y de propaganda y algún que otro atentado, como el que perseguía eliminar al comisario Quintela; fracasó porque en el coche no viajaba él sino dos personalidades de la Falange.
En 1948 un tribunal francés le condenó en rebeldía a tres años de prisión y una multa de 50.000 francos por tenencia ilícita de armas y explosivos.
Uno de los objetivos que se había propuesto Sabaté fue mantener viva la imagen de que en España existía resistencia armada. Cuando en 1949 se trató en la ONU, a petición de Bolivia, Perú, Brasil y Colombia, anular la recomendación de 1946 de que no se enviaran embajadores a España, Sabaté colocó explosivos en los despachos consulares de dichos países; no provocaron daños personales.
Ese mismo año, mientras visitaba a su compañera Leonor y a sus dos hijas, fue detenido en Francia acusado de un atraco cometido en 1948 en una fábrica de ese país. Permaneció en la prisión de Lyon hasta el año 1952; después fue confinado en Dijon hasta 1955.
Su grupo, entretanto, editaba una publicación llamada «El Combate» que se repartía en Cataluña en círculos obreros.
Durante su estancia en prisión recibió la funesta noticia de la muerte de su hermano Josep debido a las heridas recibidas en un enfrentamiento con la policía en Barcelona. También su hermano pequeño, Manuel Sabaté, cayó fusilado en el Campo de la Bota, en Barcelona. Había entrado a España clandestinamente para incorporarse a la resistencia armada y fue detenido por la Guardia Civil. Manuel Sabaté era la primera vez que participaba en un acto guerrillero dado que sus hermanos Josep y Francesc lo habían mantenido siempre apartado de la lucha.
En 1955 «El Quico» volvió a Barcelona con su grupo. A pesar de que la resistencia interior se había derrumbado, estaba convencido de que había que seguir luchando hasta despertar las conciencias adormecidas por la represión tras la Guerra Civil. Para lograrlo, escribía panfletos y editaba revistas en las que difundía el ideario anarquista. Incluso grabó discursos en cintas magnetofónicas y, de vez en cuando, las difundía en lugares concurridos para que las escucharan los trabajadores.
Entre otras anécdotas, se cuenta que llegó a Barcelona en 1955 sin dinero y sin pensárselo dos veces entró en una tienda del barrio de Gracia y se llevó 4.000 pesetas; varios días después obtuvo un botín de 700.000 pesetas en un atraco a un banco y no dudó en regresar a la tienda y devolver al dueño su dinero.
Así llegamos a diciembre de 1959. Con 44 años bien llevados, consiguió que cuatro militantes libertarios se unieran a él. Tres de ellos eran muy jóvenes. Atravesaron los Pirineos con problemas, pues tuvieron que evadir a las patrullas de vigilancia francesas y, al otro lado, se encontraron con un despliegue imponente de guardias civiles, policías y militares que les estaban esperando.
Cuatro miembros del grupo fueron abatidos. Sabaté logró escapar herido en una pierna. El 5 de enero de 1960, a 50 kilómetros de Barcelona, en Sant Celoni, extenuado y malherido fue acribillado a balazos por un sargento de la Guardia Civil y un somatén, Abel Rocha.
La vida de Francesc Sabaté, de la que he expuesto un mínimo esbozo, parece espectacular y lo es, pero para desarrollar esa frenética actividad revolucionaria es necesario tener en cuenta que tuvo que apoyarse en figuras anónimas que estuvieron a su lado y le ayudaron cuando él los necesitó. Por tanto el impulso quizá fuera suyo pero el mérito de los resultados finales perteneció a un colectivo mucho más amplio que se mantuvo en la sombra.
Hay dos aspectos importantes que quiero resaltar antes de terminar este artículo. El primero es que los guerrilleros como Sabaté, Massana, Facerías o Caraquemada siempre dirigieron su acción a favorecer a las organizaciones obreras, difundir un ideal revolucionario o ayudar a los presos antifascistas. Del dinero «expropiado», nunca guardaron nada para ellos, salvo lo imprescindible para subsistir durante sus acciones. El segundo aspecto reside en el hecho de que a diferencia del maquis de identidad comunista, cuyas acciones estuvieron enmarcadas en un entorno rural, «El Quico» y sus compañeros llevaron la guerrilla a las zonas urbanas e industriales.

Material de consulta adicional: