Mostrando entradas con la etiqueta Vázquez Montalbán Manuel. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vázquez Montalbán Manuel. Mostrar todas las entradas

13 abr 2023

El amor tras la última puerta



EREC Y ENIDE (2002)
Manuel Vázquez Montalbán



Por Ángel E. Lejarriaga



Erec y Enide (2002) fue la penúltima de las novelas que escribió Vázquez Montalbán. En este caso la trama no se fundamenta en un thriller policiaco, un estilo que le era propio, sino que se sitúa en un escenario más íntimo y cotidiano, y sobre todo reconocible. Los personajes principales, Julio y su compañera de toda la vida, su esposa Matrona, hacen un repaso a su pasado desde un presente desangelado en el que la juventud, la suya, es solo un recuerdo; ese tiempo sublime ha transcurrido rápido —esa es la sensación que nos produce su paso―, y se encuentran consigo mismos ante ciertas puertas que deben atravesar; miran atrás de manera irremediable, unas veces con regocijo y otras con desconsuelo; no buscan exactamente un "tiempo perdido", sino esos momentos que vivieron y que les extasiaron, que ya no podrán volver a representar. No obstante, su presente es bueno, pertenecen a una sociedad burguesa, llevan una vida burguesa en la que parece nada les está prohibido, o todo les está permitido, que es otra forma de decirlo. Pero hay más personajes. Por un lado está el sobrino de Matrona y Julio, Pedro y la compañera de éste, Myriam, que viven entre dos universos simultáneos, uno derivado de la opulencia que les viene de nacimiento, y el otro el de la pobreza, el que domina a gran parte de la población mundial.

La historia comienza con una conferencia que realiza el protagonista, Julio Matasanz ―catedrático especialista en Literatura Medieval―, sobre un texto de Chrétien de Troyes de finales del siglo XII, cuyo tema da título a la novela: Erec y Enide. En ese evento, que se celebra próximo a la Navidad, va a recibir el premio Carlomagno. Nuestro catedrático está a punto de cumplir los setenta y un años, y se va a retirar de la vida académica. Allí se reencuentra con una colega, Myrna, especialista también en temas artúricos, con la que ha mantenido encuentros sexuales durante veinte años, sin que en ningún momento, él al menos, se haya planteado dar otra forma a la relación.

La leyenda artúrica dice que cuando Erec y Enide se casaron, Erec dejó las armas, lo que fue muy criticado por los que le conocían. Por ello, Erec, enrabietado, decidió poner a prueba su valor, también su amor, exponiendo a Enide a numerosos peligros; para ejecutar este propósito, la hizo marchar delante de él, en un viaje que no tenía fin, mientras él la seguía dispuesto a salvarla de cualquier amenaza que pudiera acosarla. ¿Qué simbología puede aportar a la novela esta leyenda? Tal vez que Matrona y Julio apostaron por una vida matrimonial sin riesgos, con un coste personal, por supuesto; en tanto su sobrino y su compañera sentimental lo hacen por mantener su amor intensamente vivo en la lucha diaria, en la recóndita Chiapas, como miembros de una ONG ―él es médico y ella enfermera―, expuestos a los sinsabores de una vida llena de peligros. En su caso el amor se enriquece en cada instante vivido, mientras que en lo que respecta a sus tíos, decae y se mantiene en una suspensión cordial y distante.

El mundo de Julio y Matrona no solo es burgués sino también muy elitista, en contraste con la terrible vida que se desarrolla en el estado mexicano de Chiapas después del levantamiento del Ejército Zapatista. Allí la vida no vale nada, cualquiera te puede vejar, violar o matar impunemente. La descomposición del Estado es total.

La idea de la novela le surgió a Vázquez Montalbán al regreso de México tras realizar una entrevista al Subcomandante Marcos allá por el año 1999.

La vida en Chiapas no es el eje vertebrador de la narración sino solo uno de los contrastes entre los diferentes modos de enfocar la realidad circundante que tienen los protagonistas. Se podría decir que quizás el epicentro del texto se sitúa en la relación de Julio y Matrona y en las diferentes gravitaciones en que se desenvuelven. Han envejecido, han vivido con estilos personales distintos, y presumen con acierto que el final de su recorrido vital se acerca, los dos lo van a afrontar a su modo, ¿lo harán juntos?, ¿lo vivirán en soledad? Matrona, desde luego, quiere mantener a toda costa la ficción de matrimonio, de familia, que la ha acompañado siempre. Ella ama a los suyos y quiere compartir con ellos los buenos momentos que aún le resten por vivir.

Cuenta Montalbán que la historia de Erec y Enide se la escuchó a Martín de Riquer en una conferencia cuarenta años atrás; y de algún modo difícil de explicar se quedó prendado de ella. Sin embargo, necesitó un largo período de maduración para desarrollarse en las páginas de un libro. Existe una referencia del autor al tema en 1963 en un poema que escribió y que tituló con el mismo nombre que la novela.

OTROS ARTÍCULO DEL AUTOR EN ESTE BLOG:


9 feb 2021

Galíndez



Por Ángel E. Lejarriaga



Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003). Esta novela se publicó en el año 1990. No es una novela fácil, pero sí fundamental para conocer un episodio oscuro de la historia contemporánea relacionado con el exilio español tras la Guerra Civil, en este caso de un vasco: en 1956 Jesús Galíndez, representante del gobierno vasco en el exilio, fue secuestrado, torturado y ejecutado por agentes al servicio del dictador Trujillo.

He mencionado en las primeras líneas que este libro no es fácil de leer porque su construcción es compleja “diferentes narradores, personajes y tiempos, a veces en un mismo párrafo”. Además, proporciona innumerables datos, que si bien no son imprescindibles para el conocimiento de la historia, sí documentan el tiempo en el que vive el protagonista y la investigadora.

La novela se desarrolla a través de los descubrimientos que va realizando una estudiante norteamericana que indaga la figura de Galíndez. El recorrido que hace es extenso, cubre muchos aspectos de la sociedad contemporánea, aparte de hacer parada y fonda en el Caribe, en España, en Miami y en Manhattan.

Vázquez Montalbán tuvo noticias de lo sucedido con Galíndez en 1956, cuando estudiaba en la universidad. En realidad, lo que conoció en un primer momento fue poco: los periódicos nacionales informaron escuetamente que habían secuestrado en Nueva York a un miembro del PNV en el exilio y lo habían llevado clandestinamente a la República Dominicana, ahí se perdía su rastro. El suceso le impresionó tanto a nuestro autor que se convirtió en una obligación para él seguir el hecho a través de cualquier reseña que se refiriera al mismo. Muchos años después elaboró una historia a la medida del personaje, en la que el hecho histórico se funde con la ficción.

Aunque la novela habla del dictador Rafael Leónidas Trujillo, y Galíndez es torturado, asesinado y desaparecido en la República Dominicana, en el lugar de Trujillo y el país que sometía podrían estar muchos tiranos y naciones con dictaduras o con aparentes democracias, en las que no se respetan los derechos humanos y se detiene ilegalmente, se tortura y en ocasiones se desaparece a quienes contestan al régimen. Si revisamos la prensa de los últimos cuarenta años encontraremos justificación a mi afirmación. También se pueden consultar los informes anuales de Amnistía Internacional hasta nuestros días.

Jesús Galíndez Suárez fue un vasco, convencido nacionalista, perteneciente al PNV, que tras la derrota republicana en 1939 se exilió, primero en la República Dominicana y después en los EEUU. Era jurista, escritor y daba clases en la universidad de Columbia en Nueva York. El motivo de su secuestro y desaparición estuvo relacionado con la tesis doctoral que había realizado sobre Trujillo: “La era de Trujillo: un estudio casuística de dictadura hispanoamericana”. Desconocemos cómo llegó la noticia de la existencia de dicha tesis al dictador, pero el caso es que este se enfadó mucho y mandó a sus sicarios que secuestraran a Galíndez. Y eso que el vasco era informador o espía del FBI y de la CIA.

Desde luego, un magnífico comienzo para una novela negra, no cabe duda. Y ciertamente se le parece mucho. La investigación que realiza la estudiante norteamericana para su tesis doctoral, Muriel Colbert, dirigida por Norman Radcliffe, profesor de la Universidad de Nueva York, es propiamente detectivesca y peligrosa dados los elementos en juego. El nombre de su tesis es: ”La ética de la resistencia: el caso Galíndez”.


El contexto histórico es un personaje multivariado más, con muchos matices; se describe el momento sociopolítico en el que se desenvuelven las relaciones internacionales, la posición del PNV ante el régimen de Franco, la dictadura de Trujillo y las complicidades de EEUU con ambas dictaduras, y con los asuntos sucios de su “patio trasero”, Latinoamérica. Evidentemente, la CIA está presente, esta organización norteamericana siempre lo está cuando se habla de algo turbio en el mundo, tanto por acción como por omisión.

Muriel no lo tiene fácil a la hora de investigar, han transcurrido treinta años desde la desaparición de Galíndez; para llegar hasta el final de los hechos tiene que sumergirse en dimensiones que la van a superar. Viaja a España, a Miami y al Caribe. Ella testimonia lo que va descubriendo pero también Galíndez rememora su vida desde su secuestro. Muriel no piensa en otra cosa que en encontrar el rastro de Galíndez, descuidando de una manera ingenua su propia seguridad. El mundo en el que penetra es Top secret, la desaparición de Galíndez lo es. Así, de ser una simple estudiante, inteligente y con iniciativa, se va a convertir para ciertos personajes norteamericanos ultraconservadores en una comunista convencida. Lo mismo que la tesis doctoral de Galíndez resultó molesta la de Muriel también lo va ser.

La obra rezuma miedo, y como contrapunto posee algunos retazos gastronómicos, no podía ser de otro modo habiendo escrito la novela Manuel Vázquez Montalbán. La figura de Galíndez aparece vista desde distintas ópticas, todas ellas, sumadas, nos acercan dramáticamente a una aproximación de lo que fue su figura auténtica.

Otros artículos del autor en este blog:

10 sept 2020

El pianista

Por Ángel E. Lejarriaga



Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939 – Tailandia, 2003), fue un auténtico hijo del popular barrio barcelonés del Raval; su madre era modista y durante los cinco primeros años de su vida su único apoyo y sustento ya que su padre salió de la cárcel en ese momento después de cumplir condena  por su pertenencia al Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC). El propio Manuel, con el paso de los años, llegó a pertenecer al mismo partido e incluso al Comité Central del mismo.

En Barcelona estudió Periodismo y Filosofía y Letras. Durante su estancia en la universidad conoció a su compañera sentimental y política, Anna Sallés. Ambos fueron condenados a sendas penas de cárcel —él a tres años y ella a seis meses— por hacer una campaña de apoyo en la universidad a la lucha de los mineros asturianos. Con el temple que le caracterizaba, durante su estancia en prisión, Vázquez Montalbán se dedicó a leer y a escribir de manera compulsiva. De esa experiencia nacieron varios libros, uno llamado Informe sobre la información; otros dos de poesía y todavía tuvo tiempo para tomar abundantes notas para una futura novela. Su pena de cárcel se vio reducida casi a la mitad debido a un indulto que concedió el Régimen por la muerte del papa de Roma que había entonces.

Cuando salió de la cárcel escribió diversos artículos para dos editoriales, Larousse y Espasa. Luego formó parte del semanario Siglo XX, una publicación de carácter antifranquista. De este pasó a la revista Hogares Modernos. Su salto cualitativo se produjo al entrar a formar parte de la revista Triunfo, aunque no firmó con su propio nombre sino con el seudónimo de “Sixto Cámara”. En esta revista publicó una serie de artículos que le dieron prestigio con el título genérico de Crónica sentimental de España. Llegado a este punto, Manuel Vázquez Montalbán inició un periplo de colaboraciones en diversos medios de prensa: Por Favor, Solidaridad Nacional, Interviú o El País, entre otros.

Entre 1967 y 1969 publicó dos libros de poesía: Una educación sentimental y Movimiento sin éxito. En 1969, también, publicó una colección de relatos: Recordando a Dardé. Su primera novela fue Yo maté a Kennedy (1972) en la que nace literariamente su célebre y querido Pepe Carvalho. Esta obra y las que le siguieron en la misma línea convirtieron al autor en un “referente de la novela negra española”.

Manuel Vázquez Montalbán fue un escritor prolífico en muchos géneros literarios, aparte de una figura representativa dentro de la izquierda intelectual, si bien bastante incómoda para los sectores más reformistas.

En lo que respecta a la poesía, en 1968 fue incluido por Castellet en la Antología de la nueva poesía española. Libros: Una educación sentimental (1967), Movimientos sin éxito (1969), Coplas a la muerte de mi tía Daniela (1973), A la sombra de las muchachas sin flor (1973), Praga (1982), Memoria y deseo. Poesía 1967-1983 (1983), Pero el viajero que huye (1990), Memoria y deseo. Obra poética 1967-1990 (1990), Ciudad (1997), Arsamandi (2001), Rosebud (2008) y Poesía y deseo. Poesía completa 1967-2003 (2008).

Veamos su obra narrativa. La lista es inmensa. He contado treinta y cuatro novelas. Cito algunas: 20 de la Serie Carvalho aparecidas entre 1972 y 2004, Happyend (1974), La vida privada del doctor Betriu (1983), El pianista (1985), El matarife (1986), Los alegres muchachos de Atzavara (1987), Pigmalión (1987), Cuarteto (1988), Galíndez (1991), Autobiografía del general Franco (1992), El estrangulador (1994), O César o nada (1998), El señor de los bonsáis (1999) y Erec y Enide (2002).

Queda todavía hablar de su afición por la gastronomía, sus innumerables libros de ensayos, su narrativa corta, su labor periodística, el teatro, guiones de televisión… ¿Quién da más?

Empecemos por la gastronomía, volviendo a Carvalho. A través de las aventuras y desventuras de este personaje, Vázquez Montalbán da un repaso a la historia social y política de nuestro país durante cuarenta años. Bien, pues es en este contexto es donde la pasión del escritor por la gastronomía se expresa por boca de diversos personajes. Las novelas de Carvalho exhiben a su modo un repertorio de recetas de cocina a tener muy en cuenta. Pero, dejando al detective a un lado, escribió varios libros específicos sobre el tema que se han convertido en manuales representativos de la exaltación culinaria, como por ejemplo: Contra los gourmets, Cocina catalana o Recetas inmorales.

En lo que respecta al ensayo, los escribió sobre muchos temas: política, sociología, periodismo, historia, deporte, cocina, biografías, literatura y música. He contado sesenta y cinco libros que no voy a citar. Quizá me quede corto.

Sobre su obra periodística se ha publicado toda en tres volúmenes: La construcción del columnista (1960-1973), Del humor al desencanto (1974-1986) y Las batallas perdidas (1987-2003).

En el terreno de la narración corta, he contado diez libros. Sobre teatro y radio cinco. Y hay más, tanto en colaboración con otros autores, como bajo seudónimo y como antólogo.

Galardones: Premio Planeta en 1979 por Los mares del Sur, Premio Recalmere por El pianista (1985), Premio Nacional de Narrativa en 1991 por Galíndez, Premio de la Crítica 1994 por El estrangulador, Premio Nacional de las letras españolas en 1995, Premio Martin Beck en 1992 por Southern Seas; entre otros.

El pianista nos cuenta la historia de un músico, Alberto Rosell, pianista para más señas, a través de tres momentos históricos que transcurren de delante a atrás en el tiempo. La vida del protagonista da pie a una descripción pormenorizada de algunas de las miserias de nuestro país.

Como he citado antes, la narración empieza en el presente, principio de los años ochenta, durante los primeros pasos del gobierno socialista de Felipe González, Rosell trabaja en un local de travestis de Barcelona por donde pasa lo más granado de la progresía de entonces: antiguos militantes de izquierdas reconvertidos en no se sabe bien qué. Nadie conoce al viejo pianista que toca con maestría, indiferente al ambiente en el que está inmerso.

En la segunda parte, nos traslada el autor a la postguerra, recién terminada la guerra civil, Rosell acaba de cumplir una pena de cárcel y en un barrio humilde de Barcelona busca ansioso un piano en el que poder tocar.

En la tercera y última parte nos encontramos con un Rosell tímido que gracias a una beca que le ha concedido el gobierno catalán, se ha instalado en París para ampliar sus estudios de música. Es 1936 y la tormenta golpista está a punto de desatarse. A su lado, una mujer, aspirante a cantante lírica y un músico de cierto renombre, un histrión desvergonzado que intenta llamar la atención por donde pisa.

Montalbán dijo del libro que en él quería contar y reflexionar sobre varios temas, entre ellos, hacer pensar al lector cuál es la responsabilidad, si es que la tiene, del artista y el intelectual en momentos sociales tan delirantes como lo fueron la terrible postguerra civil, la transición, el triunfo de los socialistas y la guerra civil. Según él, la “progresía española ha tenido que hacer frente a muchos desafíos morales, y ha reaccionado ante la Historia de diferente manera”.

Un crítico avispado hizo una crítica del libro y dijo algo muy significativo que es válido, por supuesto, hoy: “Hay en la obra una comparación entre la intelectualidad de los años 30 y los progres de hoy, que en muchos casos pueden acabar practicando el pesebrismo”. Montalbán mencionó al presentar el libro que “la intelectualidad española no está a la altura de los tiempos” y añadió: “Estos últimos (se refería a los pesebristas) son los que van predicando las bondades del pragmatismo y el posibilismo. Es curioso cómo se ha pasado con una gran rapidez de querer echarse a la montaña, año 68, a querer ser diputados caiga quien caiga”. Terminó afirmando con rotundidad: “[…] la inexistencia de una sociedad civil en España. La guerra destruye el tejido social, la postguerra es un tiempo de supervivencia”.
“Hubo una recuperación de la sociedad civil a finales de los años 60 y comienzos de los 70, como reacción al franquismo. Ahora en la medida que el juego democrático se ha institucionalizado, los intelectuales se han trasladado a la política, y aquella pequeña y superficial capa de sociedad civil se ha destruido, se ha quedado sin espacio. Nunca he visto tan desarmada críticamente la sociedad española.”