Por Ángel E. Lejarriaga
—¿Estamos de acuerdo? —preguntó Miguel a la asamblea de vecinos.
Con el apoyo mayoritario de los asistentes concluyó una larga reunión llena de tensiones. Esa tarde le había tocado a Miguel, a Inés y a Margarita conducir la asamblea. En cada reunión la mesa de la asamblea está compuesta por tres personas: una modera las discusiones, otra toma actas y la tercera, los turnos de palabra. Las propuestas, tras ser debatidas son votadas a mano alzada. Se aprueban por mayoría absoluta de los presentes. Si no existe mayoría absoluta se abre un nuevo debate. Así se actúa hasta en tres ocasiones. En la última se toman los acuerdos por mayoría simple. Generalmente no es necesario tardar tanto pero han existido debates en los que la asamblea se ha pospuesto hasta otra fecha. Es preferible tomar una decisión lo más vinculante y representativa posible que hacerlo rápido y que una parte del colectivo se inhiba de su cumplimiento. La cosa cambia cuando la decisión es urgente, en ese caso nadie se marcha sin que se haya elaborado un acuerdo.
La velada había sido agotadora pero productiva. La primera convocatoria se hizo para las veinte horas sin embargo, tal y como es la idiosincrasia española, no se presentó casi nadie, apenas un diez por ciento de las personas citadas. Una hora después el resultado fue diferente: prácticamente la totalidad del colectivo del edificio ocupaba el local comercial en que solemos reunirnos.
Eran las doce de la noche cuando se llegó al acuerdo definitivo, habían transcurrido tres horas de debates encontrados pero por fin teníamos en nuestras manos compromisos importantes. El tema sobre el que reflexionamos era complejo, aunque la palabra «complejo» ha dejado de tener relevancia en nuestro lenguaje dada la cantidad de problemas angustiosos a los que nos enfrentamos a diario. Ya no sabemos que es más o menos grave o arduo o cómo lo queramos llamar. La decisión fue difícil porque significaba un esfuerzo adicional a los que ya realizamos cotidianamente para sacar adelante nuestras vidas. Sumar tensiones significa desasosiego, fatiga y extenuación, física y mental. Aún así, aceptamos el reto.
El problema tratado surgió hace unos meses cuando unos inquilinos de nuestra comunidad dejaron de pagar los recibos de la luz porque están en paro y no tienen dinero. Si bien reciben un subsidio, la cantidad es tan ridícula que apenas les da para mal comer, a ellos dos y a su hijo de dos años. No pagan alquiler porque el piso es de un familiar que les deja vivir sin cobrarles mientras no tengan ingresos. Ni que decir tiene que la compañía eléctrica les cortó enseguida el suministro. Un vecino, José Miguel, que es electricista, les enseñó cómo volver a conectar la luz. Esa decisión tenía ventajas e inconvenientes. Lo positivo fue que volvieron a tener agua caliente, podían cocinar y utilizar otros aparatos eléctricos. La parte adversa fue la esperada: en cuanto la compañía se enteró de la situación volvió a cortar el suministro sin miramientos. Así volvimos a empezar de nuevo y conectamos la luz. Después de eso la compañía ha acudido a los tribunales de justicia. No entiendo por qué. El juicio les va a resultar más caro que el impago del consumo. Supongo que lo hacen para dar una lección, para enseñarnos al resto de la ciudadanía lo que puede suceder si nos revelamos ante sus leyes injustas.
Costó decidirse pero después de mucho debate concluimos mandar una carta a la empresa suministradora de energía, anunciándoles nuestra decisión de dejar de pagar las facturas de luz colectivamente, salvo que accedieran a restablecer el servicio a las personas sin recursos y les dieran una moratoria de pago, al menos mientras se mantenga su situación de precariedad. No tenemos muchas esperanzas de que nuestra exigencia tenga éxito por ello propusimos entonces crear una comisión que se encargara de extender la iniciativa entre las organizaciones ciudadanas.
De momento nos han cortado la luz a todos los vecinos de la comunidad pero en cuanto se han ido los técnicos hemos roto los precintos y vuelto a conectarla. En el pueblo varios vecindarios afectados por situaciones semejantes a las nuestras nos han imitado. Los afectados hemos creado una plataforma de coordinación para dirigirnos a la Administración y a las compañías eléctricas con más fuerza.
Empezamos siendo una veintena de vecinos y al día de hoy son cientos las comunidades de personas alquiladas y propietarias que nos han secundado, dejando de pagar en solidaridad.
Pero nuestro proyecto está llegando más lejos de lo que esperábamos. Una cooperativa que trabaja en energías alternativas nos está ayudando a planificar soluciones integrales para nuestros edificios, a través de pequeños molinos de viento y paneles de energía solar. Todos estos cambios nos dan mucho miedo porque suponen una ruptura con el modelo actual de consumo energético: si queremos ser autosuficientes tenemos que vivir de otra manera y, por supuesto, gastar menos energía.
Las semanas pasan y seguimos aguantando pero somos conscientes de que salvo que la insumisión de pago se generalice, tarde o temprano nos cortarán la luz desde fuera de los edificios y ahí va a ser difícil oponernos, si no queremos llegar a un enfrentamiento violento con las fuerzas de seguridad. Han llegado a amenazarnos con la intervención del ejército si el movimiento se extiende. Parece irresponsable e increíble que en una sociedad aparentemente moderna los militares intervengan en problemas civiles pero no es descartable, la Historia así lo ha enseñado. Prefiero imaginar que seremos capaces de auto generar nuestra propia energía y dejar de depender de los monopolios empresariales que la gestionan.
Evidentemente, la instalación de recursos alternativos de generación de electricidad es cara y no disponemos de ahorros suficientes para afrontar el gasto, sin embargo pensamos que no hay nada irrealizable. Vamos a ir paso a paso, sin desmayo. Una vez tengamos hecho el proyecto técnico y el consiguiente presupuesto para nuestra comunidad, la pionera, la «Plataforma» buscará donaciones, venderá bonos solidarios y hará lo que sea necesario para conseguir la financiación. Los vecinos tendrán que hacer un esfuerzo y aportar lo que puedan. Lo que falte, después de todas la iniciativas citadas, lo intentaremos conseguir mediante pequeños créditos personales.
El plan es bueno y sé que va a funcionar. Lo que en un primer momento simplemente fue un ejercicio de resistencia hoy se ha convertido en un movimiento transformador que nos dotará de independencia y nos librará de la usura de las compañías de energía.
Este es solo el principio, sabemos que otro mundo es posible porque tenemos imaginación, porque estamos unidos y porque poseemos la voluntad inquebrantable de conseguirlo.
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Eran las doce de la noche cuando se llegó al acuerdo definitivo, habían transcurrido tres horas de debates encontrados pero por fin teníamos en nuestras manos compromisos importantes. El tema sobre el que reflexionamos era complejo, aunque la palabra «complejo» ha dejado de tener relevancia en nuestro lenguaje dada la cantidad de problemas angustiosos a los que nos enfrentamos a diario. Ya no sabemos que es más o menos grave o arduo o cómo lo queramos llamar. La decisión fue difícil porque significaba un esfuerzo adicional a los que ya realizamos cotidianamente para sacar adelante nuestras vidas. Sumar tensiones significa desasosiego, fatiga y extenuación, física y mental. Aún así, aceptamos el reto.
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Costó decidirse pero después de mucho debate concluimos mandar una carta a la empresa suministradora de energía, anunciándoles nuestra decisión de dejar de pagar las facturas de luz colectivamente, salvo que accedieran a restablecer el servicio a las personas sin recursos y les dieran una moratoria de pago, al menos mientras se mantenga su situación de precariedad. No tenemos muchas esperanzas de que nuestra exigencia tenga éxito por ello propusimos entonces crear una comisión que se encargara de extender la iniciativa entre las organizaciones ciudadanas.
De momento nos han cortado la luz a todos los vecinos de la comunidad pero en cuanto se han ido los técnicos hemos roto los precintos y vuelto a conectarla. En el pueblo varios vecindarios afectados por situaciones semejantes a las nuestras nos han imitado. Los afectados hemos creado una plataforma de coordinación para dirigirnos a la Administración y a las compañías eléctricas con más fuerza.
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Pero nuestro proyecto está llegando más lejos de lo que esperábamos. Una cooperativa que trabaja en energías alternativas nos está ayudando a planificar soluciones integrales para nuestros edificios, a través de pequeños molinos de viento y paneles de energía solar. Todos estos cambios nos dan mucho miedo porque suponen una ruptura con el modelo actual de consumo energético: si queremos ser autosuficientes tenemos que vivir de otra manera y, por supuesto, gastar menos energía.
Las semanas pasan y seguimos aguantando pero somos conscientes de que salvo que la insumisión de pago se generalice, tarde o temprano nos cortarán la luz desde fuera de los edificios y ahí va a ser difícil oponernos, si no queremos llegar a un enfrentamiento violento con las fuerzas de seguridad. Han llegado a amenazarnos con la intervención del ejército si el movimiento se extiende. Parece irresponsable e increíble que en una sociedad aparentemente moderna los militares intervengan en problemas civiles pero no es descartable, la Historia así lo ha enseñado. Prefiero imaginar que seremos capaces de auto generar nuestra propia energía y dejar de depender de los monopolios empresariales que la gestionan.
Evidentemente, la instalación de recursos alternativos de generación de electricidad es cara y no disponemos de ahorros suficientes para afrontar el gasto, sin embargo pensamos que no hay nada irrealizable. Vamos a ir paso a paso, sin desmayo. Una vez tengamos hecho el proyecto técnico y el consiguiente presupuesto para nuestra comunidad, la pionera, la «Plataforma» buscará donaciones, venderá bonos solidarios y hará lo que sea necesario para conseguir la financiación. Los vecinos tendrán que hacer un esfuerzo y aportar lo que puedan. Lo que falte, después de todas la iniciativas citadas, lo intentaremos conseguir mediante pequeños créditos personales.
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