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10 mar 2021

Otelo


Por Ángel E. Lejarriaga



William Shakespeare nació en Inglaterra en 1564 y murió en 1616 a los cincuenta y dos años. Su fecha de nacimiento no es segura pero sí se conoce el lugar en el que fue bautizado, en la Iglesia de la Santísima Trinidad en Strafford-upon-Avon, Warwickshire. Sus orígenes no eran precisamente pobres, su madre, Mary Arden procedía de una familia adinerada y su padre, John Shakespeare era un rico comerciante; William fue el tercero de ocho hijos.

Al poco de nacer William el padre cayó en desgracia, se le acusó de comercio ilegal de lana lo que le hizo perder su posición privilegiada en el gobierno del municipio. Se ha hipotetizado que su caída pudo tener que ver con la religión católica de la que podría haberse manifestado afín.

Aunque tampoco se conoce con exactitud, se ha apuntado que el infante William estudió en una escuela primaria que había en su localidad, y en la que pudo recibir una formación clásica en lengua y literatura latina. De todo esto no existe documento alguno que lo pruebe.

Al cumplir los dieciocho años se casó con Anne Hathaway que contaba veintiséis. En 1583 su hija primogénita, Susanna, es bautizada en Strafford; dos mellizos, niño y niña, Judit y Hamnet, sus dos siguientes hijos, fueron bautizados a continuación.

Entre esto y su presencia en Londres existe un período oscuro en el que no sabe lo que fue de él. Las teorías sobre lo sucedido durante este tiempo son dispares, hay quien dice que tuvo que huir por realizar caza furtiva, otros afirman que formó parte de una compañía teatral itinerante o que fue maestro rural; todo esto no son más que conjeturas, posibles, desde luego.

Sí, se sabe que en 1592 trabajaba como dramaturgo en Londres y era conocido en el mundillo teatral. En 1596 murió su hijo Hamnet. Aparte de escribir también actuaba y hay referencias constatadas de que en 1598 su nombre se encontraba en la lista de actores de la obra Every Man in His Humour. Poco tiempo después se convirtió en copropietario de su propia compañía: Lord Chamberlain’s Men, el nombre procede de su mecenas. Esta compañía tuvo una fama inmensa hasta el punto que el rey Jacobo I, tras subir al trono, se convertiría en su protector, su nuevo nombre sería desde entonces The King’s Men. Como consecuencia de este padrinazgo y el éxito que alcanzó llegó a hacerse bastante rico.

Tras de un largo periodo profesional regresó a Strafford en donde viviría hasta su muerte acaecida en 1616.

Después de todo lo dicho podemos constatar la gran cantidad de lagunas biográficas de Shakespeare. Y esto no ha hecho más que empezar pues en lo que se refiere a su obra, es decir, la adjudicada a su nombre, ha sido cuestionada por diversos estudiosos en la materia. Se ha llegado a decir que sus escritos podrían ser en realidad de Christopher Marlowe o de Francis Bacon. En cualquier caso, la obra de Shakespeare es valiosísima, se diga lo que se diga y se adjudique a quien se adjudique su autoría. No hay muchos datos sobre el autor por lo que pisamos el terreno de la pura especulación. Ciento cincuenta años después de la muerte de William Shakespeare comenzaron dichas conjeturas entre defensores y detractores. En la actualidad apenas se defiende la falsa autoría de Shakespeare
“Los documentos históricos demuestran que entre 1590 y 1620 se publicaron varias obras teatrales y poemas atribuidos al autor William Shakespeare, y que la compañía que representaba estas piezas teatrales, Lord Chamberlain's Men (luego King's Men), tenía entre sus componentes a un actor con este nombre. Se puede identificar a este actor con el William Shakespeare del que hay constancia que vivió y murió en Stratford, ya que este último hace en su testamento ciertos dones a miembros de la compañía teatral londinense.”
Los discrepantes dicen que las obras adjudicadas a Shakespeare pertenecerían a un autor que prefirió quedar en el anonimato. Se ha llegado a afirmar que William Shakespeare era un simple alias. Los que persiguen esta tesis piensan que es poco probable que alguien procedente de la clase rural pudiera escribir obras tan complejas que exigían múltiples conocimientos, algo propio de la nobleza.

Dicho esto lo que nos queda claro es que Shakespeare, o la falta de información que rodea su vida, le ha convertido en el centro de múltiples tesis discursivas tanto sobre su autoría, su vida privada, su vida sexual, la religión o su cultura. Por ejemplo, a nivel sexual se ha afirmado que era homosexual en base a una colección de sonetos que fue publicada sin su autorización.
“Dos amores tengo yo de disfrute y desesperación
los cuales como dos espíritus aún me sugieren que
el mejor ángel es un hombre blanco y derecho, y
el peor espectro, una mujer de color enfermizo.
Para ganarme pronto al infierno, mi mal femenino
se llevó al mejor ángel de mi lado,
y corrompería a mi santo para ser un demonio,
arruinando su pureza con su fétido orgullo (...)”
Sobre la religión también se ha dicho que era católico porque fue un protegido de Jacobo I, rey afín al catolicismo. Según parece, algunos miembros de su familia lo eran; poco más se puede decir al respecto. Algunas de las justificaciones que defienden esta tesis, como la de la historiadora Clare Asquith se basan en algunas expresiones que aparecen en sus obras, que enaltecerían a personajes católicos y denigrarían a los protestantes.

Si nos referimos a su nivel cultural, ya se ha dicho que procediendo del mundo rural y sin haber ido a la universidad, es difícil de imaginarle, según algunos estudiosos, escribiendo sus obras. Ahora bien, en Strafford había una magnífica escuela, allí pudo conocer a los clásicos latinos, y después formarse a sí mismo como autodidacta; se ha comentado de Shakespeare que era un ávido lector.

En cuanto a la fecha en que fueron escritas y publicadas sus obras, se mantiene la misma imprecisión. En el año 1623 se publicó el First Folio, recopilado y editado por dos actores y amigos de Shakespeare, John Hemiges y Henry Condell, en el que se incluyen todas las obras que se han anotado al nombre del autor menos Pericles, príncipe de Tiro, Los dos nobles caballeros, Eduardo III , Cardenio y Trabajos de amor ganados, estas dos últimas perdidas. El First Folio se publicó siete años después de la muerte de Shakespeare bajo el título de Mr William Shakespeare’s, Histories and Tragedies. El libro esta dividido en Tragedias, Historias y Comedias, en él no se hace referencia a su poesía. De esta obra se editaron setecientas cincuenta copias. Después de First Folio se realizaron otras recopilaciones que en la actualidad manejan los críticos, pero todo dentro de la niebla que envuelve la vida y obra de William Shakespeare.

Shakespeare, según los especialistas que le han estudiado, tenía una gran capacidad de síntesis, utilizaba un léxico extenso, por algunos momentos, según los mismos críticos, componiendo textos bastante barroco. Se le ha comparado o alineado en cuanto a trayectoria literaria con Luis de Góngora, Lope de Vega, Quevedo o Cervantes.

De su obra se ha señalado el distanciamiento de Shakespeare respecto a sus personajes. Es su intención no moralizar, no dar lecciones de cómo podrían hacerse las cosas en otro mundo. Él expone lo que ve como característico de la condición humana. ¿Qué pensaba él mismo sobre lo que dicen y hacen sus personajes? Es un misterio.
“Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que todas las que pueda soñar tu filosofía.”
                                                                                                                                          Hamlet, 1.° acto, escena V.
“La vida es una historia contada por un idiota, una historia llena de estruendo y furia, que nada significa.”
También se ha dicho de Shakespeare que “es capaz de ver un universo en una cáscara de nuez”. En contraposición, se ha añadido que toda esa creación está encerrada en cada personaje sin que pueda ser compartida por otros personajes. Hablan de sí mismos, se escuchan, pero no atienden a los otros. Harold Bloom, crítico de Shakespeare, le compara con Cervantes en este aspecto, y dice que Cervantes es empático y que los individuos que pueblan sus obras aprenden unos de otros, están conectados; todo lo contrario que en Shakespeare.

Aunque lo que más ha trascendido de Shakespeare han sido sus obras de teatro y sus comedias, es obvio que su poesía tuvo mucha importancia en su tiempo. Se ha escrito que “él mismo se valoraba más como lírico que como autor dramático y solamente como tal esperaba perdurar a su tiempo”. Escribió poemas muy extensos, auténticas narraciones, pero ha pasado a la historia, siempre según la crítica, “como un excepcional autor de sonetos puramente líricos”.

Para las letras españolas, Shakespeare siempre ha sido una fuente de inspiración, pero es en el siglo XVIII cuando adquiere una cierta relevancia. Los ilustrados españoles se empezaron a interesar por él, por ejemplo, Ramón de la Cruz tradujo del francés Hamlet. Teodoro de la Calle tradujo Macbeth o los Remordimientos en 1818. El año 1872 fue importante en nuestro país porque se editaron las obras de Shakespeare traducidas directamente del inglés. Rubén Darío lo leyó con extremado interés, y no fue al único autor iberoamericano al que influyó.

Si nos referimos al cine, el salto de las obras de Shakespeare a la gran pantalla ha sido ingente. Se han hecho unas doscientas cincuenta películas basadas en sus obras.

Obras principales

Tragedia: Antonio y Cleopatra, Criolano, El rey Lear, Hamlet, Julio Cesar, Macbeth, Otelo, Romeo y Julieta, Tito Andrónico y Troilo y Crésida.

Comedia: A buen fin no hay mal tiempo, Cardenio, Cimbelino, Como gustéis, El mercader de Venecia, El sueño de una noche de verano, La comedia de las equivocaciones, La fierecilla domada, Las alegres comadres de Windsor, La tempestad, Los dos hidalgos de Verona, Los dos nobles caballeros, Medida por medida, Mucho ruido y pocas nueces, Noche de reyes, Timón de Atenas, Trabajos de amor perdidos, Cuento de invierno.

Drama histórico: King John, Ricardo II, Enrique IV, Enrique V, Enrique VI, Ricardo III y Enrique VIII.

Otras obras: Sonetos, Venus y Adonis, La violación de Lucrecia.

Vayamos con Otelo, obra escrita posiblemente, hacia el año 1603, después de Hamlet. La primera representación se produjo en el palacio de Whitehall de Londres en 1604.

Los personajes principales son: Otelo (moro al servicio de Venecia), Desdémona (hija de Brabancio, esposa de Otelo), Yago (alférez de Otelo), Casio (teniente de Otelo), Dux de Venecia (cargo más alto de Venecia), Brabancio (padre de Desdémona, duque de Venecia), hay más personajes pero con estos bastan. Los citados participan en el meollo de la cuestión de manera significativa.

La obra se compone de cinco actos que se reparten doce escenas. Para no desvelar los entresijos de la obra diré nada más que Otelo es moro, algo que en Venecia no se veía bien porque llevaban guerreando contra ellos largo tiempo, con alto coste en bienes y vidas de buenos venecianos. Pero este Otelo está al servicio de Venecia, defendiéndola. Es un hombre dedicado a su trabajo, respetuoso con el orden establecido y enamorado perdidamente de la bella Desdémona, hija de Brabancio, duque de Venecia. Ahí empieza el problema que se soluciona con el matrimonio entre los dos a pesar del disgusto del padre, pero las envidias, las intrigas y los celos van a convertir un hecho romántico feliz en una “tragedia” dolorosa. Los hechos que se narran resultan modernos en cuanto a expresividad e incluso sensualidad, que se comunica sin tapujos. El léxico de la obra es exquisito, como en general es todo lo que ha escrito Shakespeare, destacando, además, por un gran lirismo.

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16 sept 2014

La violación de Lucrecia y otras violaciones


Por Ángel E. Lejarriaga



Me introduje en esta obra de Shakespeare por simple casualidad. A principios del verano, una tarde calurosa y anodina, vagabundeaba por Internet en busca de obras de teatro que se estuvieran poniendo en escena en esos momentos en Madrid, cuando descubrí que en el teatro La Abadía se representaba La violación de Lucrecia, nada menos que por la actriz Nuria Espert. No conocía la obra y me llamó también la atención su autor. Una cosa llevó a la otra y me hice con el texto que no leí de inmediato. Quizá pasaron un par de semanas y cayó en mis manos un viejo libro de Darío Fo y Franca Rame de título Ocho monólogos. Este libro contenía textos cortos protagonizados por mujeres: La mujer sola, La madre pasota, El despertar, Todas tenemos la misma historia, Monólogo de la puta en el manicomio, La violación, Yo, Ulrike, grito... y Una madre. Si bien todos los monólogos me resultaron impresionantes, hubo uno que me hizo detenerme y recuperar La violación de Lucrecia, me refiero al monólogo La violación.

Esta segunda obra poética de William Shakespeare la escribió en 1594. Está dedicada a Henry Wriothesley, conde de Southampton. La obra fue reeditada en vida del autor hasta en seis ocasiones. Se compone de 1855 versos. Las fuentes que utilizó el autor provienen de Tito Livio y su Historia de la fundación de Roma, de la Eneida de Virgilio (libros I y II) y de Las Metamorfosis de Ovidio (Libro XIII).

La historia se desarrolla, según se explica en el texto original, en el siglo VI antes de nuestra era, durante el reinando del último monarca romano, Lucio Tarquino. El suceso que fundamenta el extenso poema parte de una conversación en la que el hijo del rey, Sexto Tarquino, y el general Colatino, defienden mutuamente la fidelidad de sus respectivas esposas. Convencidos de ello y para hacer una demostración al otro, deciden ir a visitarlas por sorpresa. Lo que encuentran es que mientras una, la esposa de Colatino, Lucrecia, está hilando, la de Sexto Tarquino está siéndole infiel. La reacción de este es violar a Lucrecia.

El argumento lo repite Shakespeare, sin compartir el mismo final, en Cimbelino, una tragicomedia romántica escrita en la etapa final de su vida. En este caso se basa en las Crónicas de Holinshed, en las que se cuentan los acontecimientos vividos durante el reinado de Cunobelinus, un rey celta británico. Los hechos ocurren en el siglo XI de nuestra era, en Britania, en el palacio de Cimbelino. Su hija Imogena ha contraído matrimonio con un caballero sin fortuna de nombre Leonato Póstumo. Cimbelino, furioso, encarcela a la hija y destierra al marido. Póstumo se marcha a Roma a casa de Filario y se ve envuelto en una apuesta sobre la castidad y la fidelidad de su esposa; la apuesta consiste en la seducción de Imogena por parte de Lachimo. No voy a descubrir el final de la historia pero en esta obra Imogena no es violada por Lachimo.

Sin entrar a valorar estilísticamente La violación de Lucrecia, se puede decir que la reflexión de Shakespeare es actual en el sentido que denuncia el abuso proveniente de un representante del «poder», y las consecuencias políticas que tal acción tiene cuando el pueblo reacciona ante dicha arbitrariedad y exige responsabilidades. Es hermoso pensar que los desposeídos pueden hacer justicia ante los atropellos del poder, si bien la historia demuestra que generalmente en escasas ocasiones esto sucede. Ahora bien, siempre ha habido soñadores a los que les gusta jugar con esa idea, entre ellos, Tito Livio, Shakespeare y el mismo Lope de Vega en su obra Fuente Ovejuna. Como es bien conocido, en este última obra, cuando el Comendador Fernán Gómez aplica el «derecho de pernada» sobre la bella Laurencia, es ejecutado. La posterior investigación ordenada por el rey no determina quién fue el responsable o responsables, el pueblo entero se declara culpable:
«—¿Quién mató al Comendador?
—Fuenteovejuna, Señor.
—¿Quién es Fuenteovejuna?
—Todo el pueblo, a una.»
El denominado «derecho de pernada» era un privilegio que se concedía a los señores feudales, según el cual podían tener relaciones sexuales con cualquier mujer que contrajera matrimonio con alguno de sus siervos la noche previa a la celebración del mismo. Este derecho estuvo vigente durante la Edad Media.

Después de todo lo dicho, mi reflexión no va tanto dirigida a abrir un debate sobre la justicia sino sobre la agresión en si misma que sufre una representante de la especie humana, en concreto del cincuenta por ciento: una mujer —me da igual quién la cometa, sea rico o sea pobre—; y no hablo de una agresión cualquiera sino de violación.

La violación no es una búsqueda del placer en un sentido lúbrico, aunque pueda parecerlo, es un acto violento, un crimen de «hombres», y si hay goce en su ejecución este se genera a través del sometimiento de la víctima a viva fuerza, de la expresión de dolor de la víctima, de su humillación, de su vejación. El violador no practica sexo, hiere con su sexo.

Franca Rame, la compañera de Darío Fo, fue secuestrada, torturada y violada el 8 de marzo de 1973 por un grupo de la extrema derecha italiana compuesto, entre otros, por carabinieri. En esa época, Franca Rame y Darío Fo estaban molestando a mucha gente de las altas instancias de Italia, representando La muerte accidental de un anarquista, en la que se denunciaba el terrorismo de Estado que se aplicaba de manera implacable aquellos años. Los agresores no atacaron a Darío Fo, la atacaron a ella, (supongo que pretendían matar dos pájaros de un tiro) querían destruirla como mujer y como persona política que denunciaba de manera constante la arbitrariedad e impunidad del Estado; para hacerlo primero la robaron su libertad individual, luego la torturaron, y entre esas torturas incluyeron la violaron. Franca Rame, un tiempo después, no demasiado, una vez liberada, volvió a la escena teatral con el monólogo ya citado, La violación.

Al comienzo de las representaciones de los Ocho monólogos, Franca Rame hacía un pequeño discurso a modo de prólogo en el que decía que el machista violento, el violador, se construía en la estructura familiar autoritaria y represiva; partía de una injusticia educacional heredada de padres a hijos, desarrollada en una sociedad donde la tortura y la violación son acontecimientos cotidianos que se asumen como un mal menor.

Con su discurso, Franca Rame buscaba hacer reaccionar a las mujeres presentes y abrir un debate que llegará más allá de los límites de la sala. Quería hacerlas ver su servidumbre sexual.
«El protagonista es el hombre o mejor, su sexo. No está presente en carne y hueso pero está siempre aquí, entre nosotras, grande, enorme, amenazador […] Quizá hemos avanzado en algunas cosas pero no en “igualdad sexual”. […] Demasiados tabús. Los arrastramos desde que nacemos e incluso antes […] ¡Se creen las nuevas generaciones, nos creemos, que estamos emancipadas, autónomas, en vanguardia! No nos damos cuenta de que una vez más nos encontramos sometidas a la altura de la… ¡del sexo del macho! […] El hombre ha elevado su miembro a su imagen y semejanza. Él es el auténtico poder […] El mundo no gira alrededor del capital, ¡sino alrededor del gran falo! […] Pese a sus modestas proporciones.»
Sirvan los siguientes datos como ejemplo de la dimensión de la tragedia que vive la humanidad y en concreto las mujeres. Durante la guerra de Bosnia las fuerzas serbias utilizaron como estrategia de terror las violaciones masivas con las mujeres musulmanas. El Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia estimó que las víctimas fueron entre 20.000 y 44.000 mujeres. En el año 2009 se denunció al ejército de ocupación norteamericano instalado en Irak por haber usado la violación como «arma de guerra». En 2011, la violación era empleada sistemáticamente en Libia en las zonas rebeldes apoyadas por la OTAN. «En el año 2013 las infracciones penales registradas en España descendieron un 4,3% respecto al año anterior […] pero han aumentado los homicidios, los asesinatos y las violaciones. Es decir, aumentó la violencia en general y la violencia sexual en particular» (La marea, septiembre 2014). En el mismo artículo, Hablemos de sexo, Nuria Varela nos cuenta que las violaciones han crecido un 1.4%, y es el delito menos denunciado, por encima de la violencia de género de la que se estima solo se denuncian un 20% de las agresiones.

¿Qué siente una mujer cuando la violan? Evidentemente, eso hay que preguntárselo a las propias víctimas y de ello hay muchos testimonios, nunca suficientes para evidenciar una lacra universal utilizada como herramienta de sometimiento por el sexo masculino contra el femenino.

No pretendo responder a esta pregunta con datos sino con la voz imaginaria de Franca Rame, cuando representaba La violación, y la de Lucrecia, el personaje de Shakespeare. Quinientos años separan a ambas voces, pero su dolor es común y se reproduce a diario como un virus letal.

Nos representamos la vida con un aura poética, de posibilidades felices que nos aguardan si cumplimos las normas sociales, si obedecemos a nuestros padres, a nuestros profesores y personas educadoras, a los jefes y jefas que ejercen su autoridad sobre nuestra vulnerable figura en el mundo laboral, y en el caso de las mujeres si asumen la voluntad machista de sus consortes. ¿Ese sometimiento voluntario justifica los resultados que obtenemos?
LUCRECIA:
«¡Oh, clamorosa dicha, gozada por tan pocos
y que apenas se obtiene se esfuma y se termina
cual plateado rocío fundido en la mañana
con los primeros rayos del resplandor del sol! 25»
El violador acecha, está ahí, delante, tiene forma de hombre, mira, se recrea en la obscenidad de su contemplación hiriente.
LUCRECIA:
«Y ella que no compite con miradas extrañas,
no puede hallar malicia en la osada mirada, 100
ni leer sus secretos, aun siendo transparentes,
escritos en el cristal de semejante libro
y al no usar tentaciones no temía el anzuelo,
ni presentía siquiera en su falsa mirada,
ya que solo veía unos ojos mirándola. 105»
FRANCA RAME (La violación):
«No me muevo, no grito, no tengo voz.»
LUCRECIA:
«[…] Piensa que estas visiones son sueños del cerebro 460
urioso al ver que el ojo se oculta de la luz,
castigando su sombra con visiones peores.»
FRANCA RAME:
«No entiendo nada de lo que me está pasando.
Siento la angustia del que está a punto de perder la razón.
La voz…, la palabra.»
LUCRECIA:
«Toma el lobo a su presa. La fiel cordera grita,
hasta que con su lana ahoga sus lamentos,
sepultando sus gritos entres sus dulces labios.»
FRANCA RAME:
«¿Cómo he subido a esta furgoneta? ¿He levantado yo las piernas una tras otra, empujada por ellos, o me han subido en volandas?
No lo sé.
El corazón, que me late con tanta fuerza contra las costillas, me impide razonar. Estoy obsesionada por estos golpes bestiales en el vientre, y por el dolor de la mano izquierda, que se está volviendo insoportable. ¿Por qué me la retuercen tanto? Yo no intento ningún movimiento.
Estoy como congelada.»
LUCRECIA:
«Con estos pensamientos a través de la noche,
es cautiva vendida que perdió en la ganancia, 730
arrastrando la herida que nunca sanará,
la cicatriz eterna que ya no admite cura,
que a su víctima deja vencida en el dolor.
Ella soporta el peso, que él dejó a sus espaldas
y la carga por siempre de un alma pecadora. 735»
FRANCA RAME:
«No me muevo, no grito, estoy sin voz…, no comprendo qué me ocurre.»
LUCRECIA:
«¡Oh, mano! ¿Por qué tiemblas? 1030
Hónrate con librarte de esta infame vergüenza,
pues si muero mi orgullo contigo vivirá,
mas si a esto sobrevivo, vivirás en mi infamia.
Puesto que no pudiste defender a tu dueña,
temiendo desgarrar al criminal rival, 1035
mátate y mátala, por así haber cedido.»
FRANCA RAME:
«No, no me despejo. No comprendo. Solo tengo miedo. Ahora uno se me acerca, otro se sienta en el lado izquierdo. El tercero se pone en cuclillas a mi derecha. Veo brillar la brasa de los cigarrillos. Respiran profundamente. Están muy cerca.»
LUCRECIA:
«Tiene el hombre de mármol el alma y la mujer 1240
de cera y se modulan, tal como el mármol quiere
débiles, oprimidas, reciben la impresión
por fuerza o por engaño, o por la habilidad.
No se las llame entonces, autoras de su mal,
que no hay malignidad, en la cera estampada 1245
con la cara y figura del propio Satanás.»
FRANCA RAME:
«Me pregunto qué debería hacer una persona en estos casos. Yo no consigo hacer nada, ni hablar, ni llorar. Me siento como proyectada hacia fuera, asomada a una ventana, obligada a mirar algo terrible. […] Es horrible sentir cómo gozan dentro de ti semejantes bestias.»
LUCRECIA:
«Después de hablar envaina en su pecho inocente
un puñal que a su vez desvainó a su alma.
Libera el tajo a esta de la honda zozobra 1725
reinante en la asquerosa prisión en que vivía.
Sus contritos suspiros a las nubes elevan
a su espíritu alado, que escapa por la herida
en el último instante de un sino concluido.»
FRANCA RAME:
«Me apoyo a una planta, me siento mal, creo que voy a desmayarme, no solo por el dolor físico en el cuerpo, sino por el asco, la humillación, por los mil escupitajos que he recibido en el cerebro, por el esperma que siento salir y resbalar.
Me dejo caer al suelo. Apoyo la cabeza en el árbol, y me doy cuenta de que hasta el pelo me hace daño. […] ¿Qué hago? Me miro las manos que me he pasado por la cara, están manchadas de sangre. Me incorporo, camino al azar. El cuello de la chaqueta levantado deja fuera solo mis ojos.
Camino, doy vueltas…
Sin darme cuenta me encuentro ante una comisaría.
Recostada en la pared de la casa de enfrente me la quedo mirando un buen rato.
Pienso en lo que me espera si entro.
Veo sus caras.
Me lo pienso una y otra vez.
Luego me decido.
Vuelvo a casa.
Los denunciaré mañana